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¿Abrazar mi osito de peluche o plantar un manzano?

Recientemente leí que, según la NASA, a partir de 2030 la luna oscilará de tal manera que causará grandes mareas en la tierra. Y cuando todavía no me había recuperado de esa noticia, leí otra historia que indica que los estudios hechos en 1972 por expertos de MIT son correctos: la humanidad desaparecerá en 2040 o poco después. Entonces, ¿qué opciones tenemos? 

Una opción obvia es dejar de prestar atención a esas predicciones (aunque se basen en los mejores conocimientos científicos disponibles) y negar su realidad y su veracidad. Es decir, actuar como niños pequeños: cerrar los ojos para no ver lo que no queremos ver, confiando que, por no verlo, el problema desaparecerá.

Esta actitud de negarse a ver la realidad y de creer (erróneamente) de que algo deja de existir si no lo vemos es lo que denomino “abrazar el osito de peluche”, es decir, asumir que nada va a pasar o que lo que sea que va a suceder sucederá sin que nosotros podamos hacer nada al respecto. 

Y cuando cerrar los ojos a la realidad o utilizar cualquier actividad o sustancia adictiva para no verla no funciona como nos gustaría, entonces, además de abrazar el osito de peluche, comenzamos a buscar culpables (mejor, chivos expiatorios) a quienes haremos responsables de lo que nos pasa. Y eso tampoco funciona, comenzaremos con ataques y hasta destrucción.

En definitiva, la estrategia de cerrar los ojos a la realidad siempre es destructiva y autodestructiva.

La otra opción es abrir los ojos a la realidad y reconocer dos cosas: nosotros mismos somos la principal razón y causa de los graves problemas que nos aquejan y los humanos ya no somos la especie más inteligente o más “necesaria” en este planeta.

Esta actitud es la que denomino “plantar el manzano”, en referencia a la frase “Incluso si supiese que mañana el mundo quedaría reducido a escombros, aun así, yo plantaría mi manzano”, una expresión adjudicada (sin pruebas) al reformador Martín Lutero y usada el siglo pasado por el Dr. Martin Luther King Jr. 

Esta actitud, como lo refleja el hecho de plantar el manzano, permite mantener la compostura y, a la vez y por eso mismo, mantener una mente abierta, un corazón abierto, y una voluntad abierta. Por eso, en vez de buscar culpables buscamos compañeros y compañeras en el camino de la vida. Y los actos de destrucción se convierten en actos de cocreación.

Dicho de otro modo, ante inevitables cambios que están fuera de nuestro control y que, aparentemente, no serán beneficiosos para el futuro de la humanidad, podemos adoptar dos posturas: desesperación o desesperanza. La desesperación paraliza y enceguece. La persona desesperada intentará cualquier cosa, sin importarle el costo o las consecuencias.

Por su parte, la persona desesperanzada, habiendo tomado consciencia de su lugar en el universo, se siente liberada de la necesidad de “tomar control” de la situación y, por eso mismo, se enfrenta y espera la nueva realidad con la totalidad de su ser, ahora también transformado.  

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