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Project Vision 21

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¿Cuándo y por qué dejamos de soñar en grande?

Recientemente decidí instalar nueva iluminación en el patio trasero de mi casa, por lo que fui a una tienda cercana y compré una lámpara que me pareció adecuada. Tras instalarla, fui a guardar las herramientas en el garaje, donde encontré una lámpara igual que yo había comprado hace un año con el mismo propósito, pero de la que me había olvidado.

Este insignificante incidente me hizo reflexionar sobre cuántas veces, por no buscar entre lo que ya tenemos, creemos que encontraremos en otros las respuestas y las soluciones que estamos buscando, cuando en realidad ya tenemos y poseemos con nosotros y dentro de nosotros lo que necesitamos para lograr nuestras metas.

Esta sociedad consumista y materialista nos engaña al hacernos creer que ante cualquier necesidad, problema o deseo debemos salir a comprar algo (un producto o un servicio), en vez de buscar los recursos que ya existen dentro de nosotros o que tenemos a mano.

Por asumir que la respuesta siempre está “afuera” hemos perdido nuestra creatividad y al ser menos creativos hemos dejado de pensar y de soñar en grande.

El consumismo genera esa paradójica mezcla de conformismo e insatisfacción que mata los sueños al hacernos creer que lo único que tiene valor es lo que tiene valor económico y que la única manera de vivir es dentro del “mercado”.

Pero no necesariamente tiene que ser así. De hecho, nada dice que tiene que ser así.

Hace más de dos décadas, en su adolescencia, Herman Zapp le prometió a su novia, Candelaria, que si algún día se casaban, él la llevaría desde Argentina hasta Alaska en carro, en este caso un automóvil Graham-Paige construido en Detroit en 1928.

Los Zapp no solamente se casaron sino que con ese “auto viejo” recorrieron todo el continente americano, además de Oceanía y gran parte de Asia. Ya tienen cuatro hijos, por lo que el carro ha sido expandido para darle lugar a toda la familia. (Más detalles en www.argentinaalaska.com.)

Antonio Colón se crió en una peligrosa zona de Nueva York. Tan peligrosa que en su infancia le decían que no iba a vivir más allá de los 21 años. A pesar de esas desfavorables condiciones, Colón sentía desde niño el deseo de llegar a ser astronauta.  Por eso, tras graduarse de la escuela secundaria, se enroló en la Fuerza Aérea de Estados Unidos.

Eventualmente Colón llegó a ser oficial de la Fuerza Aérea y se graduó de ingeniero aeroespacial, formando parte del Ala Espacial de la Fuerza Aérea estadounidense. Hoy es dueño de una empresa multimillonaria que capacita a soldados y policías en numerosos países, por lo que Colón fue elegido como el empresario del año en Colorado (Más detalles en www.combattrainingsolutions.com.)

Ni los Zapp ni Colón dejaron que las circunstancias dictasen sus sueños. Un automóvil viejo no es obstáculo para viajar desde Argentina hasta Alaska. Criarse en Harlem no impide obtener importantes logros profesionales, académicos y empresariales.

Entonces, a no dejar que nadie nos robe nuestros sueños. ¡A soñar en grande!

 

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