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¿De cuántas cosas valiosas y útiles en nuestra posesión ya nos hemos olvidado?

Francisco Miraval

Durante una reciente limpieza del garaje de la casa, mi hijo indicó que, usando todo que está en ese garaje, quizá podríamos construir una casa completamente nueva y sin tener que comprar nada. La observación resulta obviamente exagerada, pero me llevó a pensar en que a veces contamos con suficientes recursos en nosotros y ni siquiera somos conscientes de ello.

Todo comenzó cuando, moviendo cajas de un lado para otro para limpiar el garaje, descubrí varios pinceles nuevos dentro de una bolsa de plástico. El tema es que yo me había olvidado que eso pinceles estaban allí por lo que, cuando necesitamos hacer algunos retoques en la pintura de la casa, compré pinceles nuevos.

Me pregunté entonces cuántas otras cosas estarían allí guardadas sin que yo lo supiese o me acordase, llevándome por eso a comprar las mismas cosas (pinceles, pintura, herramientas) una y otra vez. Quizá por eso, me dije, tengo tres martillos casi iguales.

Me imaginé entonces que el garaje podría servir como una metáfora para lo que sucede en nuestra mente, donde con el correr de los años acumulamos muchas cosas (ideas, datos, creencias) que luego vamos olvidando al punto de que ya ni sabemos que allí están. Y entonces, olvidados de lo que tenemos, salimos de compras para “adquirir” nuevas ideas o conocimientos.

En el caso de los pinceles o los martillos, nunca está de más contar con más de uno. Además, el gasto es pequeño y ni pinceles ni martillos se echan a perder. En otros casos, como con las herramientas eléctricas, cada cierto tiempo hay que comprar nuevas para actualizarse.

¿Pero qué pasa con las ideas? ¿Está bien salir a buscar nuevas ideas y pagar por ellas no porque realmente las necesitamos sino porque ya nos hemos olvidado de las ideas que ya tenemos, quizá por no usarlas y por haberlas dejado en un rincón oscuro de la mente?

¿O está bien salir a actualizar ideas sólo porque las que ya tenemos no se ajustan a los nuevos tiempos y sentimos que nuestras ideas se han vuelto obsoletas, tan obsoletas como esos taladros eléctricos de hace varias décadas que, aunque todavía funcionan, no tienen la potencia ni la eficiencia de los taladros más modernos?

Además, ¿cada cuánto tiempo “limpiamos” nuestra mente para ver lo que allí hemos acumulado y decidir con qué nos vamos a quedar y qué vamos a descartar? Quizá haya ideas infantiles que atesoramos como recuerdos, aunque ya no creamos en ellas. O quizá hayan ideas inservibles, como aquellas luces de Navidad que no funcionan y que nunca vamos a reparar ni a usar.

La limpieza del garaje generalmente es un asunto familiar, que incluye risas al descubrir cosas olvidadas o preocupación si algo se cae, y cansancio al final del día. ¿Pero quién nos ayuda cuando se trata de limpiar la mente? ¿Quién estaría dispuesto a reírse, preocuparse o cansarse con nosotros al descubrir viejas y olvidadas ideas?

Cada cosa y cada idea tienen su historia para guardarlas o descartarlas.

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