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¿Qué hace el paraguas dentro del florero?

Francisco Miraval

Uno de estos días me levanté un poco antes de lo habitual, en ese exacto momento en el que ya hay algo de luz, pero aún no amaneció. Fui a la cocina a prepararme un café y allí me encontré con un paraguas dentro de un florero. Me sorprendió porque, que yo sepa, los paraguas no se guardan dentro de los floreros. Entonces, ¿por qué estaba el paraguas dentro del florero?

Dado que yo muy raramente uso paraguas, quedó claro que alguien más de la familia seguramente lo usó. Pero, ¿por qué ponerlo dentro de un florero? La respuesta es obvia: el paraguas estaba mojado, probablemente goteando (había estado lloviendo el día antes), por lo que, para no ensuciar o mojar el piso, alguien lo puso dentro del florero.

Pero, ¿para qué? Si alguien quiere secar el paraguas, no lo pone dentro de un florero. Si el propósito es no mojar al piso, entonces el paraguas puede dejarse en el garaje, donde ni molesta ni ensucia. ¿Para qué traer un paraguas mojado a la casa, cuando esa no es nuestra costumbre? ¿Y por qué ponerlo en un florero? ¿Acaso no podría dañar las plantas y flores?

Como yo no había sido el responsable de tan insólita acción, decidí comenzar a ensayar en mi mente un discurso con el que yo aleccionaría en el momento oportuno a quien fuese el responsable de ubicar el paraguas en el lugar equivocado.

Pero para preparar el discurso admonitorio adecuadamente, debido a la temprana hora del día, pensé que era mejor tomar una buena taza de café, para asegurarme de estar totalmente despierto. Y para preparar el café encendí la luz de la cocina y entonces comprendí algo inesperado: no había ningún paraguas dentro del florero.

Con la luz de la cocina encendida y ahora ya más despierto, comprobé que una extraña combinación de sombras creadas por la luz del sol filtrándose por la ventana justo en dirección del florero había generado una sombra que yo interpreté como un paraguas dentro del florero. El problema es que no había ningún paraguas, excepto en mi mente y en mi imaginación.

Es verdad que el día anterior había llovido y que habíamos usado un paraguas. Y el florero es real: todavía está allí en el mismo lugar en el que está desde hace años. Pero una extraña coincidencia de luces y sombras me engañó y, medio dormido y medio en penumbras, mi mente construyó una imagen a la que tomó como real, aunque no lo era.

El incidente me llevó a reflexionar sobre cuántas otras cosas (mucho más importantes que paraguas y floreros) yo acepto como real, aunque no lo son, simplemente por vivir dormido (como decía Heráclito) y sin iluminación (como decía Buda).

Quizá toda la realidad sea nada más que un gran equívoco de luces y sombras a la que le adjudicamos un cierto significado, y sobre la que luego debatimos y hacemos grandes discursos. Quizá algún día lleguen el amanecer y el verdadero despertar.

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