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¿Qué quieren saber del futuro? Carros y comidas

En una reciente encuesta (febrero de 2021), la compañía Kaspersky les preguntó a unas 7000 personas de todo el mundo cuáles eran las principales preguntas que esas personas tenían sobre el futuro. Dicho de otro modo, la encuesta buscaba determinar qué quiere realmente saber el público sobre el futuro. Y la respuesta fue clara: carros y comidas. 

Cuando se analizó lo que los participantes en la encuesta dijeron, Kaspersky encontró que la pregunta más común sobre el futuro fue “¿Cómo serán los automóviles del futuro?”. En algunos casos, esa pregunta se hacía en un contexto específico, como “¿Cuánto falta para que lleguen los carros voladores?” o “¿Podremos usar una impresora 3D para imprimir nuestros propios carros?”

El segundo lugar lo ocupó la pregunta sobre alimentos y comidas. Esa pregunta se expresó comúnmente como “¿Habrá alimentos saludables en el futuro?”, aunque también hubo interés en la calidad de alimentos para mascotas y en la posibilidad de que eventualmente se produzcan alimentos por medio de una replicadora, como en Viaje a las Estrellas. 

El tercer lugar en temas de interés sobre el futuro lo ocupó el tema de salud, algo que resulta casi obvio debido a la pandemia, aunque uno se pregunta si, por eso mismo, no debería haber sido el principal tema de interés, por arriba de coches y comidas. 

Sea como fuere, otros temas, como inteligencia artificial, viajes espaciales, civilizaciones extraterrestres o universos paralelos, no formaron parte de los temas más preocupantes. Ni siquiera el cambio climático o la continuidad de la especie humana figuraron entre las preguntas más frecuentes sobre el futuro.

Queda claro, entonces, que para la mayoría de las personas el futuro equivale a un buen automóvil y una buena comida. Por eso, cualquier otro tema, como la posible inmortalidad humana (sea biológica, digital o híbrida), no es algo prioritario. Ni tampoco lo es la posible extinción de la humanidad.

El futuro se vuelve así hedonista (“Sólo quiero satisfacer mis placeres”), narcisista (“Mi única preocupación soy yo mismo”) y cortoplacista (“Lo que yo quiero, lo quiero ahora”). Dicho de otro modo, se ve al futuro como una prolongación de la infancia en la que sólo nos interesa qué vamos a comer y cuán grande va a ser el juguete con el que podamos jugar. 

Pero eso, obviamente (o tendría que ser obvio), no es futuro porque la actitud recién descrita no incluye una expansión de la conciencia hacia los otros, hacia la naturaleza o el universo, ni, mucho menos, hacia la transcendencia, sea como fuese que se la entienda. En otras palabras, la perpetuación de la inmadurez es incompatible con el verdadero futuro.

Se entiende perfectamente que debemos preocuparnos por satisfacer nuestras necesidades básicas, como comida y transporte. El pan nuestro de cada día lo necesitamos hoy y mañana y los carros ya son más una herramienta de trabajo que un lujo para salir de paseo. Eso se entiende muy bien. 

Lo que resulta inaceptable es que eso se constituya en los límites del pensamiento del futuro. 

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