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¿Qué sigue ahora que se terminó el capitalismo?

Se ha repetido frecuentemente en los últimos días que la crisis financiera que afecta al mundo entero se generó por la codicia de aquellos que, ganando millones de dólares, nunca pudieron darse por satisfechos con esas ganancias sino que querían aún más.

Ya en la antigüedad se advertía que no hay que codiciar ni la casa, ni la mujer y ni siquiera el burro o el esclavo del vecino. Pero aquellos que no prestan atención a la sabiduría milenial tampoco respetan a otros y, escudándose detrás de un capitalismo brutal, extraen la vida y las riquezas y matan las esperanzas de los otros.

Ahora que el mayor experimento capitalista de la historia se ha terminado (como lo demuestra el hecho que el gobierno de Estados Unidos está nacionalizando bancos y empresas), ¿qué sigue?

Ahora que la globalización impone a la vez una mayor conciencia social y exige la puesta en marcha de emprendimientos sostenibles, ¿qué sigue? ¿Cuál es el antídoto a la avaricia y al capitalismo deshumanizante?

Debe quedar claro que no estamos en contra de que cada persona tenga la libertad de buscar la mejor manera de ganarse lícitamente la vida por medio de su propia empresa, sin importar cuán pequeña o grande sea esa empresa. Pero nos oponemos al materialismo y al individualismo del capitalismo extremo (y no se necesita mucho para llegar a ese extremo).

¿Cuál es la solución y quién debe implementarla? La respuesta es: la solución somos nosotros y debemos implementarla ahora mismo, debido a las razones que explicamos a continuación.

Recientemente estuve como invitado en una reunión de empresarios estadounidenses, la mayoría de ellos multimillonarios, pero todos ellos, debido a su fe, muy humildes y accesibles.

Uno tras otro estos exitosos hombres y mujeres de negocios me dijeron que, de todas las lecciones que ellos hubiesen querido aprender pero que no lo hicieron, la primera era cómo llegar a ser parte de una comunidad, y no sólo vivir como individuos aislados y en continua competencia con otros.

Les expliqué dos cosas. Primero, el “comunitarismo” extremo es tan patológico como el individualismo aislante al que ellos hacían referencia, por lo que uno y otro deben ser descartados. Segundo, si hay algo que nosotros los latinos sabemos muy bien es cómo convivir en comunidad.

Me fui del lugar con la clara impresión de que, debido a la crisis, estos empresarios y sus familias están dispuestos a aprender de nosotros sobre los valores comunitarios, sino nosotros comenzamos a enseñarles (y si sabemos cómo hacerlo).

Pero hay otra razón por la cual nosotros, los hispanos, somos la respuesta a la crisis: nuestros hijos. Algunas estadísticas indican que cerca del 70 por ciento de los menores de 10 años en Estados Unidos son hispanos.

Cuando esos niños dentro de unas pocas décadas estén a cargo de las empresas del país, ¿qué valores seguirán, el individualismo destructor que ven a su alrededor o los valores tradicionales que aprendieron dentro de su hogar junto a su familia?

La decisión es nuestra.

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