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¿Se debe promover el crimen para promover servicios?

En medio de tanta incertidumbre económica y social tanto a nivel local como internacional, parece casi irreverente e inoportuno escribir un comentario sobre avisos de televisión. Pero creo que esos avisos son emblemáticos y sintomáticos de la época en la que estamos viviendo.

El mes pasado, una conocida empresa de venta de acciones de bolsa por Internet decidió que la mejor manera de promover sus productos sería por medio de un aviso en el que se mostrase el asalto a un banco, es decir, asociando su servicio con lo que en la vida real es un delito federal.

Parece que la estrategia fue efectiva porque luego otra empresa, esta vez de televisión satelital, comenzó a difundir un aviso similar, en el que otra vez se muestra el asalto a un banco como el contexto en el que una persona usa los servicios de la empresa en cuestión.

Estoy de acuerdo que vivimos en una época transformacional en la que ya no se pueden hacer negocios como antes y en la que se debe ser lo más creativo que sea posible tanto para atraer como para retener clientes. ¿Pero cuál es el límite entre la creatividad y la apología (promoción) del delito?

¿Es éticamente correcto tomar un crimen federal con tanta superficialidad como para emplearlo como contexto de un cierto producto o servicio? ¿Y cuáles son las consecuencias sociales de trivializar un crimen tan serio?

Quizá alguien pueda pensar que este tipo de avisos comerciales son divertidos e inofensivos, sin mayores consecuencias. Pero entonces surge la pregunta sobre en qué clase de sociedad estamos viviendo que se debe promover el crimen para promover productos o servicios.

La siguiente pregunta entonces debería ser cuál será el siguiente crimen o delito que se use en los comerciales de televisión. ¿Secuestro? ¿Violación? ¿Violencia de pandillas? ¿Reingreso ilegal a Estados Unidos luego de una deportación?

Y si alguien supone que estoy exagerando al límite de la absurdidad déjeseme decir, en mi defensa, que en algún momento también era absurdo pensar que la mejor idea que una empresa de publicidad podía tener era un comercial con crímenes federales.

Sin embargo, en este nuestro mundo actual, la absurdidad dio paso a la realidad, o, mejor dicho, la realidad misma se volvió absurda. Quizá esa sea una buena descripción del mundo post-moderno (o post-post-moderno) y trans-humanista en el que ahora vivimos.

Tanto se han destruido los límites de la moral y la decencia que incluso el mero uso de las palabras “moral” y “decencia” se percibe como algo retrógrado y anacrónico.

En este contexto en el que los valores y las palabras se devalúan, en el que hay que mostrar un crimen para llamar la atención y vender algo, la misma vida humana se devalúa.

Por eso, en mi opinión, carece de sentido esperar que haya una reforma inmigratoria basada en la “dignidad humana” cuando esa dignidad, aunque para nosotros sea evidente, ya no es reconocida como tal, porque si lo fuese, los medios no promoverían la criminalidad.

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