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¿Y quién controlará entonces nuestra voluntad?

La semana pasada nos preguntábamos quien controlará nuestra mente, debido a la inminente llegada al mercado de artefactos que conectarán al cerebro humano directamente con las computadoras.

 

La nueva pregunta es continuación de la pregunta anterior, porque si no podemos pensar por nosotros mismos, tampoco podemos decidir por nosotros mismos.

 

La pregunta sobre quién realmente controla nuestra voluntad de vivir, actuar, decidir, ser quiénes somos y llegar a ser quiénes queremos ser surgió porque, por motivos profesionales, tuve que concentrarme en los últimos días en un tema que yo ya conocía pero a la que nunca le dediqué anteriorment el tiempo necesario para entenderlo adecuadamente: el mercadeo social.

 

El mercadeo social es básicamente un conjunto de técnicas y principios de mercadeo (o “marketing”) que se usan para que un determinado grupo de personas cambie su conducta, sea dejando de hacer algo que ya hace (por ejemplo, dejar de fumar), comenzando a hacer algo que todavía no hace (ejercicio o dieta), o alterar un conducta ya existente. (Para detalles, ver los libros de Philip Kotler.)

 

Los avisos y los programas desarrollados por los expertos en mercadeo social son pagados en muchos casos por el gobierno o por las grandes corporaciones, Esos avisos incluyen elementos cognitivos, emocionales, morales y comunitarios (o ambientales) que apelan a la racionalidad y las emociones de las personas para hacerlas cambiar de conducta o de opinión.

 

A diferencia de otros métodos de cambio de conducta (leyes, multas, arrestos), en el caso del mercadeo social el cambio se produce siguiendo un proceso gradual, de modo que la persona que recibe el mensaje comienza dentro de ella ese proceso de cambio, haciéndolo propio y por lo general permanente.

 

El mercadeo social tiene aspectos “inocentes” como, por ejemplo, las llamadas “tarjetas de lealtad” de los supermercados o las recompensas que las aerolíneas dan a sus pasajeros frecuentes. Pero, aunque se afirma que el mercadeo social no es una técnica de manipulación, existen ciertos aspectos no tan inocentes de este tipo de actividad.

 

Por ejemplo, ¿quién decide que mi conducta no es aceptable y que, por lo tanto, tengo que cambiarla? ¿Algún experto en alguna oficina burocrática o algún investigador en un laboratorio universitario? ¿Y quién les paga a esos expertos o investigadores? ¿Quién les da la información y les dice lo que pueden y no pueden decir e incluso a qué conclusiones llegar?

 

Los avisos que estos expertos producen, ¿dicen realmente la verdad o son sólo una manera muy ingeniosa y efectiva de promover el mensaje que a ellos les pidieron promover, sin importar ni importarles la veracidad de ese mensaje?

 

En definitiva, ¿acaso no es la campaña presidencial un ejemplo claro del mercadeo social llevado al extremo, donde se busca que una persona cambie su opinión e incluso sus valores para adherirse a la plataforma política de un partido o candidato, sin importar cuál sea la verdad?

 

Y si ya no nos dejan ni pensar ni decidir por nosotros mismos, ¿seguimos siendo realmente libres o es sólo una ilusión?

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