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“Lo único constante es el cambio”

Francisco Miraval

Recientemente entré a uno de esos pintorescos lugares, separados de cualquier franquicia o empresa nacional, en los que se puede tomar un café y comprar libros usados. Junto a la caja de ese negocio, pegado sobre una jarra, había un cartelito que decía “Lo único constante es el cambio”.

Esa idea es, sin dudas, una de las ideas fundacionales del pensamiento occidental, como queda claro por el lugar que el debate filosófico sobre el cambio ocupó en los orígenes mismo de la filosofía en la Grecia de hace poco más de dos milenios y medio.

A la vez, tampoco quedan dudas que el cambio constante es una realidad con la que nos enfrentamos todos los días. A veces esos cambios son tan profundos, tan repentinos y tan inesperados que casi no sabemos qué hacer o cómo reaccionar. Y al hacer esa afirmación probablemente estoy revelando que ya no pertenezco a la generación de los jóvenes.

Digo eso porque, según el libro Los adolescentes del siglo XXI, de Roxana Morduchowicz (una educadora argentina), los adolescentes son capaces de responder a enormes cambios tecnológicos y mediáticos en poco tiempo.

Por ejemplo, hace cinco años pocos adolescentes tenían un perfil en las redes sociales o usaban teléfonos inteligentes, mientras que hoy, sólo un lustro después, la gran mayoría de los jóvenes tiene presencia en las redes sociales y usa teléfonos inteligentes, combinando en sus vidas diarias ambas tecnologías.

“Los adolescentes viven en un mundo muy diferente al que vivían no ya los adultos de hoy cuando eran adolescentes, sino hace cinco años atrás”, dijo Morduchowicz en una reciente entrevista para un popular diario en Buenos Aires.

Y no se trata sólo de que “amigo” pasó de ser alguien en quien se pudiese confiar a ciegas a ser un nombre más en la lista de contactos, ni de que muchos jóvenes no saben qué hacer si su teléfono inteligente se queda sin baterías o sin señal. Los cambios son mucho más profundos e importantes.

“Ha cambiado la manera en cual los chicos se informan, la manera en la cual los chicos aprenden, la manera en que descubren y conocen. Ha cambiado el concepto de tiempo y espacio”, afirmó Morduchowicz, puntualizando que aún resulta demasiado prematura establecer si esos cambios son positivos o negativos.

Para esta educadora, los cambios son tan rápidos que dentro de cinco años habría que escribir un libro de historia para saber lo que les estaba pasando a los adolescentes en la actualidad. “Libro” es la palabra clave, porque difícilmente ese “libro” sea la publicación tradicional que quienes no pertenecen a las generaciones más jóvenes tienen en mente.

Para Morduchowicz, los libros serán reemplazados por pantallas, y esas pantallas “de uso cada vez más acentuado” son y serán “lo que nos hermana, lo que nos unifica”, llegando incluso potencialmente a eliminar las brechas socioeconómicas que hasta ahora nos dividen.

Mientras espero por la llegada de ese día, seguiré leyendo, mientras pueda, antiguos libros usados de papel conseguidos en un pintoresco café.

 

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