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De las tres estaciones de radio, ¿a cuál debo escuchar?

Francisco Miraval

Al terminar el día de trabajo y de clases y empezar el camino de regreso a casa, lo último que requiero es repasar en mi mente los desafíos o problemas experimentados ese día, o los que me aguardan al día siguiente. Por eso, ya resguardado del mundo exterior por mi coche, prefiero encender la radio como una manera de distraerme un poco de la pesadez de la vida.

¿Pero qué estación de radio debo escuchar? Una de las estaciones que escucho con frecuencia es una radio hablada y enfocada en noticias. A veces hay algo de música (generalmente en el contexto de alguna entrevista), pero la mayor parte del tiempo son noticias locales, nacionales e internacionales y sus respectivos análisis.

No me molesta mantenerme informado, pero la avalancha de noticias (o, debería decir, de malas noticias) a veces resulta tan abrumadora, descorazonadora y disgustante como el embotellamiento de tráfico en el que me encuentro casi cada tarde y del que precisamente quiero alejarme al encender la radio.

La superposición de catástrofes, desacuerdos, crisis y peligros de guerra con la mezcla de bocinas, luces rojas, verdes y amarillas y constantes arranques y frenadas no me resulta apetecedor ni me lleva a la calma. Por eso, cuando me acometen esos momentos, transfiero mis preferencias a otra estación de radio, precisamente a la izquierda de la primera, que sólo transmite música cristiana tradicional, en muchos casos sólo instrumental.

Recordar las canciones de que antes solían cantarse y escuchar esas canciones en versiones más modernas me hace bien y en cierta forma me alivia y me aleja del potencial enojo generado por conductores que parecen más interesados en llegar rápidamente a un hospital que a sus casas o que no pueden despegar sus ojos del teléfono, sin importar la velocidad a la que conducen ni quiénes estén en sus caminos.

Sentirme más espiritual y moralmente superior a esos conductores que parece que asumen que las calles son sólo un video juego tiene sus beneficios, pero luego, entre canción y canción en la estación cristiana, siempre habla alguien recordándome que, en definitiva, no soy mejor que nadie y que necesito tanta redención como cualquier de mis desconocidos y apurados compañeros vespertinos.

Cuando las noticias me deprimen y la espiritualidad me angustia decido entonces cambiar la sintonía a la tercera estación, precisamente a la derecha de la primera y a sólo un botón de distancia.

En este caso se trata de una estación que combina el diálogo con momentos de humor. De hecho, siempre hay alguien que cuenta historias cómicas, reales o inventadas. O en ocasiones se reproducen segmentos de programas cómicos de la televisión.

Un poco de humor nunca viene mal en medio del cansancio del día, del congestionamiento del tráfico y de las deprimentes noticias. Y cuando el humor comienza a repetirse, vuelvo a las noticias.

A veces creo que vivimos toda la vida entre noticias deprimentes, mensajes angustiantes y risas estupefacientes. O quizá sólo sea en el viaje de regreso a la casa.

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