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Desconocemos el pasado, desvirtuamos el presente, distorsionamos el futuro

La semana pasada participé de conversaciones con personas en puestos importantes en la comunidad (empresarios de alto nivel, académicos, directores ejecutivos, líderes religiosos) quienes una y otra vez demostraron desconocer el pasado, desvirtuar el presente y distorsionar el futuro y, aún más preocupante, sin ninguna consciencia de que eso es lo que hacen.

Obviamente, yo hago exactamente lo mismo con respecto al pasado, al presente y al futuro, aunque creo que con un poco más de consciencia de que mi ignorancia de lo que pasó, lo que pasa y lo que pasará matiza mi entendimiento de la realidad. E incluso esa “consciencia” quizá no sea otra cosa que un deseo o un autoengaño.

Sea como fuere, si la persona a cargo de proyectos comunitarios no sabe nada de la comunidad, la persona a cargo de programas para jóvenes ni es joven ni tiene contacto con jóvenes y la persona a cargo de las clases de inglés ni siquiera domina ese idioma, entonces uno se siente viviendo en una versión psicodélica del mundo orwelliano.

Don Quijote tenía razón cuando veía gigantes que sólo él veía. Después de todo, ¿quién quiere ver molinos en una realidad que ya no tiene sentido? Por lo menos, los gigantes imaginarios motivan a la acción, a la quijotada, a descubrir mundos que de otra manera permanecerían cerrados. Pero ¿qué tiene que ver esto con ignorar u olvidar el tiempo pasado, presente y futuro?

Todo y nada a la vez.  El escrito español Enrique Santín afirmó alguna vez que “El pasado se recuerda. El presente se vive. El futuro se piensa”. Lamentablemente, nosotros no hacemos ninguna de esas tres cosas.

Ante todo, desconocemos el pasado porque lo llamamos “pasado” es sólo la versión presente de lo que algunos consideran que sucedió antes. Y en la mayoría de los casos ese “pasado” es sólo una nostalgia de lo perdido o una justificación del presente. Aún peor, ni siquiera estudiamos esa versión del pasado. Nos olvidamos del pasado y nos olvidamos del olvido.

Y en cuanto a “vivir” el presente, si “vivir” significa transformarse en ese monstruo indeseable que tan bien describió y anticipó Kafka en su Metamorfosis, si a eso hemos reducido la vida (ser un engranaje cada vez más obsoleto en una maquinaria cada vez más compleja), entonces “vivir” no es nada más que un mero accidente. Y muchos así lo creen y así lo sienten.

Con respecto al futuro, muchas personas ni siquiera saben que lo que ellos consideran “futuro” ya sucede en el presente. Y, por esa ignorancia, afirman que ese futuro (que ya llegó) nunca va a llegar porque algo o alguien (Dios, el gobierno, las grandes corporaciones) no lo va a permitir.

Y entonces, atrapados en un presente sin sentido y habiéndose olvidado de un pasado que nunca conocieron, buscan perpetuar el presente para recrear un pasado más imaginario que los gigantes de Don Quijote. Por eso, ya no les queda lugar en sus mentes, corazones y voluntad para pensar en el futuro.

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