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Entender lo que nos pasa en tiempos disruptivos requiere atención y quietud

Francisco Miraval

No cabe duda de que vivimos en tiempos disruptivos en los que el futuro ya no es continuidad del pasado y en los que, precisamente debido a esos cambios profundos e irreversibles, surgen impensadas oportunidades que permanecerán impensadas a menos que les dediquemos la atención y quietud necesarias para descubrirlas y entenderlas.

Pero atención prolongada y quietud externa e interna es precisamente lo que nos falta en este histórico momento de inéditos cambios cuando los humanos estamos a punto de dejar de ser lo que fuimos por milenios.

“Los logros culturales de la humanidad, a los que pertenece la filosofía, se deben a una atención profunda y contemplativa. La cultura requiere un entorno en el que sea posible una atención profunda”, afirma el filósofo coreano-alemán Byung-Chul Han en su libro La Sociedad del Cansancio.

Pero, dice Han, lamentablemente la atención profunda ha sido reemplazada (¿a propósito?) por una atención difusa que nos tironea mental y emocionalmente en múltiples direcciones a la vez. De hecho, afirma Han, esa capacidad de hacer varias cosas a la vez, lejos de ser un avance es un retroceso que puede causar lo que él llama un “paro neuronal”.

Recientes avances en neurología parecen confirmar lo que sostiene Han. Se estima que cada día el hipocampo genera unas 1400 nuevas conexiones neuronales. Pero, para que esas conexiones crezcan, se extiendan y se integren a las conexiones cerebrales ya existentes, cada día debemos aprender algo realmente nuevo. Caso contrario, esas nuevas conexiones simplemente no se desarrollan. (Dr. Barbara Oakley, Universidad McMaster.)

Por el contrario, lejos de aprender algo nuevo todos los días, cada día se convierte en la misma rutina en la que hasta lo que se presenta como “nuevo” en realidad no lo es y, por lo tanto, no aprendemos nada. Las conexiones neuronales no se desarrollan y, en vez de alcanzar un nivel de atención profunda, alcanzamos un nivel de aburrimiento profundo.

Y cuanto más se repite ese ciclo, más nos aburrimos, porque en cada ciclo para “desaburrirnos” el cerebro emite dopamina, por lo que la demanda por satisfacción inmediata aumenta y la capacidad de atención disminuye. Según recientes estudios, la capacidad promedio de atención entre menores de 40 años en Estados Unidos es de ahora solamente cinco segundos.

Eso conduce a lo que Han denomina una “indisposición psíquica”, caracterizada por constante agitación mental y emocional y, por lo tanto, impidiendo todo tipo de meditación, de reflexión, de asombro y de vida contemplativa. Vivimos desasosegados. Los antiguos ya conocían el problema. Los romanos lo llamaban necotium (falta de ocio, de tiempo reflexivo) y los griegos ascholia (falta de tiempo para el estudio personal).

No puede dudarse que vivimos en una época en el que el negocio y la escuela imperan. Por eso, estudiamos para encontrar trabajo, pero no para aprender ni para descubrir más de nosotros mismos. Y, peor aún, estudiamos para encontrar trabajos que, debido al futuro emergente, en poco tiempo ya no existirán.

Quizá llegó el momento de tomarse seriamente tiempo para meditar. 

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