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Estamos encerrados en el pasado, pero todavía vemos el futuro

Cuando miramos el cielo estrellado, que tanta admiración causaba a Kant, no vemos el presente sino el pasado y, en algunos casos, aún sin saberlo, contemplamos un pasado lejano, de miles de millones de años. Pero incluso que el sol que “vemos” ya está ocho minutos en el pasado y la luna que vemos es la luna que existía hace un minuto.

Y si estamos sentados junto a una mesa para cenar en familia o quizá para compartir un café con un amigo, esa persona que vemos es la persona que existía en el pasado y, aunque ese pasado pasó hace solamente una fracción de un milisegundo, ya pasó. Eso es así porque nuestros sentidos necesitan tiempo para procesar los estímulos sensoriales.

De esa manera, sea porque la luz tarda lo que tarda en llegar a nosotros o porque nuestros sentidos no adquieren la información instantáneamente, lo que nos llega a nosotros y a nuestro cerebro ya pasó. Vivimos, entonces, encerrados en una constante percepción del pasado. 

Podría decirse que lo llamamos el presente o, mejor dijo, lo que consideramos el “ahora” es solamente un recuerdo, una interpretación del pasado que aún permanece en nuestra consciencia, en nuestra mente, porque la información o el estímulo que causó ese recuerdo o esa interpretación acaba de ocurrir y todavía lo estamos procesando.

Dicho de otro modo, como ya lo decía Agustín (mejor de lo que lo digo yo ahora), los recuerdos del pasado son en realidad recuerdos del presente. El pasado, por eso, eso una de las formas del presente ya que si el pasado fuese totalmente pasado entonces no tendríamos ningún acceso a ese pasado. 

Entonces, desde una perspectiva física y biológica, el pasado es todo con lo que contamos. Lo que sabemos, lo que creemos saber, lo que simplemente creemos, lo que recordamos y lo que hemos olvidado, todo eso es producto del pasado o mejor aún, del pasado que ahora recordamos en el presente. 

Pero, como bien sugería Agustín, si tenemos recuerdos del pasado, también debemos tener recuerdos del futuro. Es decir, aunque todo lo que percibimos, desde la estrella más lejana hasta la persona más cercana, está en el pasado, eso no significa que no podamos ver el futuro. 

El futuro no siempre existió. El tiempo cíclico en el que se vivían, se movían y existían nuestros antepasados hasta hace no mucho tiempo no dejaba lugar al futuro porque todo se movía dentro de un ciclo de repeticiones. 

El futuro solamente es posible si el tiempo se libera del retorno de lo mismo. Pero nosotros, en vez de liberar al tiempo y crear un futuro, hemos esclavizado el tiempo al tiempo mecánico, al reloj, al cronómetro. Por eso no recordamos el futuro, porque lo que llamamos “futuro” no lo es. Nos autoengañamos diciendo que desconocemos algo que en realidad no es. 

¿Cómo vemos el futuro? No con nuestros cinco sentidos o con una mente empedernidamente cerrada. Quizá, entonces, haya que abrir la mente y activar un nuevo sentido.

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