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La combinación de Halloween y elecciones resulta aterrorizante

No sé qué me causa más terror, si las películas de horror sin sentido que se transmiten ininterrumpidamente en esta época del año por el Día de las Brujas, o los mensajes políticos sin sentido y de ataque mutuo que también se transmiten ininterrumpidamente durante esta época del año por las elecciones del 2 de noviembre.

Aún peor, unos y otros se entrelazan en la televisión, al punto que resulta difícil distinguir dónde está el verdadero horror y cuál es la fantasía. Creo que una de las grandes diferencias es que por lo menos los monstruos de las películas de horror no me llaman a toda hora por teléfono para pedirme que vote por ellos.

Estoy ciento por ciento a favor de la democracia y muy agradecido por vivir en un país que me permite expresarme por medio del voto y me da la libertad de compartir mis opiniones e incluso de disentir respetuosamente con las opiniones de otros.

Pero me resulta horroroso que el ejercicio de la democracia y de la libertad de expresión se transforme en ataques personales, en medias verdades, en afirmaciones ambiguas, en promesas vacías, en incesante manipulación.

Los monstruos que salen a la luz el día de Halloween son producto de nuestra propia imaginación. En muchos casos, como en aquellas antiguas películas japonesas, se trata de una persona vestida de monstruo que al final de la película o de la fiesta se quita el disfraz o la máscara y vuelve a la normalidad.

Quizá la política también sea un producto de nuestra imaginación, aunque a veces, al escuchar ciertas entrevistas y al leer ciertas plataformas, no estoy tan seguro si las personas se disfrazan de monstruos o si es al revés, ya que parece hay políticos, del partido que sea, que nunca se sacan la máscara o la careta.

Pero el verdadero horror, que muchos se niegan a ver, es el de la vida diaria.

Una reacción instintiva y común al mirar una película de terror es taparse los ojos para no ver las imágenes. Lamentablemente, muchas personas usan ese mismo mecanismo de defensa para no ver los horrores de la realidad.

Por ejemplo, la semana pasada hablé con Ricardo Vega, de 39 años. Desde hace varios años está casado con Nikki, 28. La pareja tiene dos hijos, de 4 y 3 años. Todos ellos nacieron en Estados Unidos y Ricardo y Nikki sólo hablan inglés. Y desde hace más de dos años la familia completa vive en las calles de Denver.

Los Vega son cuatro de los más de 16.000 desamparados de Denver. La mayoría de ellos son familias en las que por lo menos uno de los padres tiene trabajo estable, pero no les alcanza para pagar por una vivienda.  Eso es verdaderamente horroroso.

Como me dijo Rudy Gonzales, director de Servicios de la Raza en Denver: “Si hay pobreza, no hay justicia. Por eso nuestra lucha continúa”. Dejar de luchar y cerrar los ojos a la injusticia, eso es el verdadero horror.

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