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La incredulidad impide cambiar la realidad

El Principito decía que “lo esencial es invisible a los hijos”. Con profundo respeto para con Antoine de Saint Exupéry, me permito agregar que lo esencial también es invisible a las estadísticas, las presentaciones con PowerPoint, los paneles de debate, los comunicados de prensa y otras formas similares de supuesta “comunicación”.

De hecho, hay cosas que sólo se ven con el corazón o no se ven en absoluto, sin importar cuánta información tengamos sobre el tema.

Por ejemplo, aunque casi el 20 por ciento de la población de Colorado padece de inseguridad alimenticia, es decir, carece de acceso a comida de calidad y cantidad suficiente para alimentarse adecuadamente, sólo el 3 por ciento de quienes viven en este estado por encima del nivel de pobreza reconocen al hambre como un problema.

Ese tipo de estadísticas no se lee con los ojos ni se entienden con la mente, sino con el corazón, porque el corazón no ve los números fríos, sino los rostros de las personas.

Según Kathy Underhill, directora ejecutiva de Colorado Sin Hambre (HFC, en inglés), el principal problema para combatir este flagelo social es que la gente no cree que el problema exista.

De la misma manera, según el Concilio Familiar de Nebraska (NFC, en inglés), el tráfico y contrabando de personas ha aumentado significativamente en Nebraska, debido a que los estados vecinos implementaron severas leyes en contra de este delito, pero no Nebraska, atrayendo a los traficantes a ese estado.

Durante el último año y medio se han investigado 26 casos de contrabando de personas en Nebraska, pero, según Al Riskowski, de NFC, el número real de casos sólo en este estado sería muchísimo más alto, afectando especialmente a hombre hispanos en zonas rurales y a jovencitas hispanas en las ciudades.

Sin embargo, los residentes de Nebraska no reconoce la existencia del problema. “Nuestra mayor dificultad es la incredulidad de la gente”, sostuvo Riskowski en una reciente entrevista con la prensa local.

Siguiendo ese mismo estilo de razonamiento, cuando, sobre la base de datos del censo, varias organizaciones comunitarias nacionales anunciaron recientemente más de 17 millones de familias en Estados Unidos viven en pobreza, y que 7,5 millones personas viven en pobreza extrema, esos números fueron prontamente descartados y olvidados. Pero no por eso son menos reales.

Alguien recientemente me enseñó que las estadísticas se usan para separar nuestro intelecto de nuestros valores, es decir, son una manera de satisfacer nuestra curiosidad intelectual sobre un cierto problema, sin que necesitemos conectarnos emocionalmente con la gente que sufre por ese problema. Y sin esa conexión emocional no existe entonces el deseo de cambiar las cosas.

La incredulidad ante lo que realmente está sucediendo no cambia lo que realmente está sucediendo, sino que impide entenderlo y modificarlo.

Yo, por mi parte, debo confesar que no tengo soluciones. No he recibido revelaciones divinas y carezco tanto del poder político como de los recursos económicos como para proponer soluciones reales y duraderas. Por eso, sólo invito a ver con el corazón.

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