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La vida no es corta, sino sólo malvivida, enseñaba Séneca

Hace 2000 años, en la época del Imperio Romano, las personas se quejaban de la brevedad de sus vidas. Y tenían razón, ya que en aquella época la expectativa de vida para la mayoría de las personas era de sólo 35 años y alguien de 40 años era considerado como muy viejo. Pero, según el filósofo estoico Séneca, la vida no es breve, sino malvivida.

En su ensayo Sobre la Brevedad de la Vida, escrito a mediados del siglo 1 de nuestra era, Séneca argumenta que cada persona cuenta con todos los años necesarios para alcanzar durante esos años los logros que debe alcanzar en sus vidas. Pero mucha gente, quizá la mayoría y quizá la casi totalidad, simplemente desperdicia sus vidas. 

Como bien dice Séneca, la “gente de la multitud”, es decir, la “muchedumbre no pensante”, se queja de la brevedad de la vida no porque la vida sea breve (lo es y ese es un factor existencial clave e innegable), sino porque no viven de tal manera que alcancen sus mayores logros. Se excusan en la brevedad de la vida humana para no asumir la responsabilidad por sus vidas.

Hasta hace poco más de un siglo, la expectativa de vida en Estados Unidos era de unos 60 años. Ahora llega a los 80 años y se anticipa que los niños actuales vivirán hasta los 100 años. Aún más, la siguiente generación podría tener una expectativa de vida de 120 años antes de comenzar a envejecer, es decir, 120 años de vida saludable y activa antes de entrar en la vejez.

Pero, sin importar si vivimos 30, 60 o 120 años, o incluso para siempre, de nada sirven cada uno de esos años si simplemente los vamos acumulando, pero sin vivirlos. Como decía Séneca, vivimos “sin invertir” en nuestra propia vida. 

Aún más claramente, y con inmensas consecuencias para nuestra vida en el siglo 21, Séneca sostiene que vivimos nuestra vida de tal manera que “la vida pasa antes de que tomemos consciencia de que la vida está pasando”. 

Por eso, explícitamente dice que “la vida no es corta, sino que la hacemos corta”, o, como Séneca dice, la desperdiciamos. 

Seamos honestos: estamos más al pendiente de las redes sociales, de los mensajitos, de los posteos, y hasta de lo que les pasa a los personajes de nuestra ficción favorita (sean telenovelas o deportes) que de nuestra propia vida. Estamos distraídos de la realidad de nuestra propia y luego, cuando algo sucede y nos sacude, cuando tomamos consciencia de la vida, ya se nos fue. 

No hay un momento en el que tenemos nuestras vidas en nuestras manos, dice Séneca, agregando que somos “malos dueños” de nuestra propia vida. Tan malos, sostiene, que aquellos que son buenos guardianes de sus propias vidas (los sabios) y notan que nosotros no lo somos por eso mismo no compartirán nada con nosotros. 

Séneca, el filósofo estoico, lo escribió hace 2000 años, pero sigue siendo verdad hoy y para cada uno de nosotros.

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