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Matar por descontrol narcisista

Francisco Miraval

Todos nacemos narcisistas. Al nacer, solamente tenemos una vaga consciencia de una sola persona: nosotros mismos. Y aunque poco después surge un cierto entendimiento de la presencia de “otros”, seguimos de todos modos creyendo que, si no somos los únicos, por lo menos somos sin dudas los más importantes.  En otras palabras, en términos mítico-psicoanalíticos, somos narcisistas.

El narcisista, como el Narciso de la mitología griega, sólo reconoce su propia imagen y se deleita únicamente en esa imagen, al punto que toda otra necesidad e interacción simplemente desaparecen. El narcisismo no tiene cura (como la demuestra la proliferación de Facebook) y sólo puede controlarse. De hecho, la escolarización y la socialización son parte de ese proceso de creciente control de un narcisismo extremo.

Pero ese proceso no siempre tiene los resultados deseados y por eso, aún incluso en el marco de aquellas instituciones (las escuelas) que deberían facilitar e impulsar una creciente madurez entre quienes allí se educan surgen circunstancias trágicas que nos recuerdan que la violencia mortal sucede lamentablemente con una frecuencia aterradoramente cercana al del llanto de un bebé cuando tiene hambre.

Nayra, una joven de 17 años, salió de su escuela en Junín, Argentina, el pasado 23 de abril, sólo para ser emboscada por un grupo de sus compañeras quienes la agredieron con tal ferocidad que la joven murió pocos días después.

¿Qué puede haber desatado tal violencia como para que adolescentes matasen a golpes a una de sus compañeras? Según los investigadores, la muerte de Nayra se debió a que sus compañeras consideraban que la joven “iba mejor vestida” que las otras y “se hacía la linda”.

Por eso, simplemente por eso, la atacaron a golpes de puño y puntapiés y le golpearon la cabeza contra un paredón. Los golpes le provocaron un coágulo en el cerebro, que terminó con su vida, sólo por vestirse bien (según las agresoras). Narcicismo al extremo: si ella no se ajusta a “mis reglas” entonces que muera.

El 25 de abril, dos días después del ataque a Nayra y a miles de kilómetros de distancia, otra jovencita Maren, de 16 años, fue a su escuela en Milford, Connecticut, pero, como Nayra, nunca regresó con vida a su hogar. Un compañero suyo, también de 16 años, la asesinó dentro de la escuela. Según las autoridades, el ataque se debió aparentemente a que Maren rechazó la invitación de su victimario para acompañarlo al baile del día de la graduación.

Otra vez se ve en este caso el enfoque narcisista: Si ella (por más inocente que sea) no se ajusta a mis pretensiones, entonces la mato.

Los ejemplos, claro está, podrían multiplicarse, y no solamente en Argentina y en Estados Unidos, y no solamente en escuelas, y no solamente entre adolescentes. Después de todo, todos somos narcisistas y el narcisismo, tan antiguo como la humanidad misma, se renueva con cada nuevo nacimiento. Pero de allí al control violento y mortal de los otros parece haber un gran paso, aunque cada vez más corto. 

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