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Project Vision 21

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Nos desconectamos del futuro porque nos desconectamos de nosotros mismos

Hace 2500 años, en el inicio de la llamada civilización occidental, Heráclito advertía sobre las consecuencias negativas para toda la sociedad de aquellas personas incapaces de relacionarse con otras porque ni siquiera podían relacionarse con ellas mismas. Dos milenios y medio después, la situación se ha empeorado. 

Heráclito hablaba de lo que él veía en su Éfeso natal y en el contexto de la cultura griega. Hoy, sin embargo, la desconexión con uno mismo, con los otros y con el universo (la naturaleza) ya es global, exportada sin dudas a todo el mundo por la llamada “civilización” occidental y su individualismo y narcisismo. 

Como ya advertía Heráclito, muchas personas en su época y aún más en la nuestra no solamente no se conectan con otros, sino que ni siquiera saben que esa conexión existe. Alguien podría objetar que siempre estamos conectados con otras personas, pero no es así. Estamos conectados con clientes o jefes o empleados. Nos conectamos con máscaras, pero no con humanos. 

Y entonces, como bien decía Heráclito, la gente cree que sabe simplemente porque cree que sabe, pero no sabe. Y al no existir ninguna conexión con otros, mucho menos con verdaderos sabios, y al no participar de una ecología de prácticas para salir de la ignorancia y alcanzar la sabiduría, la ignorancia de la ignorancia se perpetúa.

Esta situación afecta a todos en la sociedad, desde niños hasta reyes en la época de Heráclito, y desde niños hasta presidentes en nuestra época. Se trata de una situación de “vivir dormido”, de nunca despertar a la realidad, de estar tan encerrado dentro de uno mismo que se cree que esa es toda la realidad. 

O, como dice el padre Richard Rohr, se trata de personas que nunca salen de la “primera mitad” de su vida, aquella en la que dependen de otros (padres, maestros, sacerdotes), por lo que nunca llegan a la “segunda mitad” de su vida, aquella en la que dependen de sí mismos tanto para sus aciertos como para sus errores. 

Por eso, sin importar su edad cronológica, en realidad nunca salen de la infancia y se pasan la vida entera tratando de resolver problemas que jamás podrán resolver porque, como bien decía Jung, los problemas no se resuelven, se superan. 

Ese encierro existencial y el consecuente encierro mental se exacerban en nuestra época en la que las redes sociales, lejos de ser instrumentos de conexión, se transforman en “cámaras de eco” donde solamente escuchamos y vemos aquello que refuerza lo que ya creemos. Y lo mismo sucede con los medios de comunicación, que ya no comparten noticias, sino historias que “venden”. 

¿Cómo se sale de esa situación, de ese encierro? Se ha dicho que existen solamente dos maneras de cambiar nuestra forma de pensar: una mente abierta o un corazón quebrantado. Sin embargo, según parece, ni una pandemia global abre mentes o quebranta corazones. De hecho, en muchos casos, las mentes se cierran y los corazones se endurecen. 

No hay futuro para mentes cerradas. 

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