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Nuestro universo ni es el primero, ni el único, ni el último

Recientemente, el científico Roger Penrose, ganador de un Premio Nobel, indicó que nuestro universo surgió de un universo anterior y que algunas de las “ruinas” de ese otro universo aún existen en el nuestro. Dicho de otro modo, nuestro universo no es ni el primero ni el único ni tampoco será el último.

Casi inmediatamente surgieron todo tipo de respuestas para Penrose, indicándole cuán equivocado estaba él ya que, según otros científicos, no existe evidencia de un universo anterior al nuestro, ni tampoco habría evidencia de que un nuevo universo surgirá después de que termine el universo en el que ahora vivimos, ni existen universos paralelos. 

Obviamente, yo no cuento ni siquiera con los conocimientos más mínimos relacionados con cosmología como para comenzar a entender quién tiene razón, si Penrose, quien sostiene que nuestro universo es sólo uno en un círculo, o sus oponentes, que sostienen que nuestro universo es el único que existe.

Pero puedo decir lo siguiente: todas las ideas científicas novedosas (y lo mismo podría decirse de ideas filosóficas, artísticas y espirituales) fueron inicialmente rechazadas por los “expertos” de la época en la que esas ideas fueron presentadas. Y, además, siempre nos ha gustado a los humanos ser los únicos y estar en el centro del universo. 

Cuando varios siglos antes del inicio de nuestra era Aristarco propuso que la tierra giraba alrededor del sol y casi en la misma época Eratóstenes midió la circunferencia de la tierra, ni la teoría heliocéntrica ni la redondez de la tierra fueron aceptadas. De hecho, pasaron dos milenios antes que se aceptase el heliocentrismo. 

Y luego, durante siglos y siglos se consideró que la Vía Láctea (nuestra galaxia) era todo el universo. De hecho, sólo en el siglo 20 se determinó que Andrómeda era otra galaxia. Aún así, se siguió diciendo que no había planetas en otras estrellas, hasta que los exoplanetas comenzaron a descubrirse. Y entonces se dijo que la Tierra era un planeta único para la vida, cosa que no es así. 

Una y otra vez los humanos buscamos excusas para ubicarnos “en el centro” o para ser “únicos”, quizá para satisfacer nuestra irracional necesidad de creernos especiales o de creer que tenemos un lugar especial en el cosmos. Y ahora creemos que nuestro universo es único, cuando posiblemente no lo sea. 

Pero, así como ahora se rechaza la idea de los universos cíclicos (una idea ampliamente aceptada en la antigüedad), en su momento se negó la idea de que los gérmenes causasen enfermedades, o que lavarse las manos ayudase a evitar contagios, o algo más pesado que el aire pudiese volar, o que los continentes cambiasen de lugar. 

Dicho de otro modo, vivimos adictos a lo que conocemos y nos aferramos con todas nuestras fuerzas a un ficticio lugar de la humanidad en el cosmos. Pero cuánto más conocemos, más consciencia tomamos de nuestra propia pequeñez.

Tan pequeños somos que, según aterradoramente parece, lo único que le podremos dejar al siguiente universo son las ruinas del actual. 

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