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Parece que la “nave tierra” necesita mejores pilotos

Francisco Miraval

Recientemente tuve la oportunidad de visitar, cerca de Taos, Nuevo México, una comunidad conocida como EarthShip, o NaveTierra en español, que promueve el uso de materiales naturales y reciclados para construir casas que  no dependen de servicios públicos, como agua o electricidad, para el bienestar de sus habitantes.

El concepto no es nuevo (surgió hace más de 40 años) y ha sido ampliamente difundido por medio de documentales y de reportajes. Pero nunca había tenido la posibilidad de visitar una de esas casas. La experiencia me resultó positiva e iluminadora.

Quiero aclarar que, por lo menos por el momento, no pienso mudarme a una de las casas de NaveTierra, que ya existen en numerosos países del mundo. Pero, si lo hiciera, tampoco extrañaría muchas de las acomodaciones de las casas modernas, que también se encuentran allí.

Para mí, no fueron ni los paneles solares, ni la extraña arquitectura, ni las paredes de neumáticos y tierra lo que más me llamó la atención, sino el hecho de que puede existir una comunidad (de hecho, muchas), próspera y multigeneracional, de personas que se ayudan unas a otras a construir casas diseñadas para no derrochar ni recursos ni energía.

Ni digo ni creo que esas comunidades, ni en Nuevo México ni en otros lugares, sean la solución a todos los problemas del planeta ni el nuevo paraíso sobre la tierra. Pero me resulta muy intrigante la idea de reconocer al planeta tierra como una gran nave, porque eso significa reconocer (además del hecho obvio de que todos estamos viajando juntos en esa nave por el espacio) los ciclos propios del planeta.

Y esos ciclos e intereses del planeta no necesariamente se ajustan a la actitud súperconsumista y hasta abusadora de la sociedad actual, en la que todo, hasta las personas, se ven como recursos que se pueden usar, explotar y desechar.

Alguien dijo (no recuerdo quién) que antes amábamos a las personas y usábamos a las cosas y que ahora, en nuestra época, hemos invertido esa ecuación. De hecho, tanto hemos invertido esa ecuación, que, como remarcaba Erich Fromm, ya no somos una sociedad donde se valora el “ser” sino el “tener”.

Ese “tener” está inexorablemente conectado con el control, ya que quien tiene quiere mantener lo que tiene y tener más, frecuentemente impidiendo que los que no tienen lleguen a tener algo.

Con algo de idealismo y mucho de utopía, las comunidades de la NaveTierra y otras similares buscan revertir esa situación, reconectando a las personas no solamente con la tierra, sino también unas con otras.

Resulta difícil creer que tal noble meta se alcanzará sólo o mayormente por medio de la construcción de viviendas hechas con materiales naturales o reciclados. Pero no son los planos ni los materiales lo que debe analizarse, sino el pensamiento detrás de esa iniciativa.

Ese pensamiento parece indicar que durante mucho tiempo hemos erróneamente asumido que el planeta nos pertenece y que lo podemos usar como queramos. Quizá, por eso, necesitemos nuevos pilotos para la NaveTierra. 

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