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Perdí a dos amigos y una parte de mi vida

La semana pasada perdí a dos amigos y con ellos se fue una parte de mi vida. De hecho, su partida me afectó emocionalmente más de lo que en un primer momento yo mismo quise reconocer.

El jueves de la semana pasada se anunció el cierre del periódico Rocky Mountain News, el diario más antiguo de Denver, publicado ininterrumpidamente desde hace 150 años. Y el sábado se anunció el fallecimiento de Paul Harvey, una de las leyendas de la radio en Estados Unidos.

Nunca trabajé ni escribí para el Rocky Mountain News, simplemente lo leía, empezando, claro, por la sección de historietas. Y nunca conocí personalmente a Paul Harvey, aunque su inconfundible voz y estilo me ayudaron hace muchos años a aprender y a mejorar mi inglés y luego a mantenerme informado y a asombrar a mis amigos al tratar de repetir “el resto de la historia”.

El cierre del Rocky Mountain News y el fallecimiento de Harvey representan el final de una etapa en periodismo, tanto en prensa escrita como en radio. Y como periodismo es lo que hago en mi vida profesional, el cierre de esa etapa no solamente me afectó sino que me llevó a la reflexión sobre mi propio presente y sobre mi futuro.

Repito con frecuencia a quien quiera escucharme que no estoy en el negocio de cortar árboles ni de que se corten árboles, por lo que cada vez más prefiero compartir información digitalmente, incluso la información que hasta no hace mucho tiempo se compartía sólo de manera impresa.

Por ejemplo, cada vez más prefiero la edición digital de un libro en vez de la edición en papel. Pero hay algo especial, casi mágico, en la edición en papel.

Tener el diario del día en las manos temprano en la mañana, cuando el diario todavía huele a nuevo y la tinta aún no se ha secado del todo, de modo que uno puede mancharse los dedos al dar vueltas las páginas no se compara ni equivale a leer esa misma historia en el nítido monitor de la computadora.

Y una cosa es completar el crucigrama del diario escribiendo con mi propia letra sobre el papel en la mesa de la cocina y otra cosa muy distinta es completar esa mismo crucigrama en un sitio de Internet, en el que la letra que aparece en la pantalla no es la mía sino la letra que la computadora elige.

Además, la muerte de Paul Harvey abre el interrogante sobre la conexión de los periodistas modernos con el pasado del país y del mundo y sobre la existencia o la inexistencia de modelos y de mentores para la próxima generación de periodistas.

En otras palabras, el futuro de mi propia profesión está en juego. Firmemente creo que el periodismo siempre existirá, pero deberá adaptarse a una nueva época en la que la búsqueda de información se ha transformado en la selección de historias relevantes en medio de una avalancha de información irrelevante.

News, Harvey: descansen en paz.

 

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