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Se empieza censurando libros y se sigue construyendo cárceles

A pesar de que ya tengo más de dos décadas de experiencia como periodista, todavía me encuentro con historias que no quisiera escribir pero que a la vez me veo obligado a hacerlo no sólo por un deber periodístico sino también por el deber de informar a la comunidad con la esperanza que la información lleve a un a cambio.

La primera historia se refiere al hecho que un legislador estatal de Colorado y una de las directoras de la Junta de Educación de este estado pidieron y obtuvieron la revisión de miles de libros de texto donados por el Consulado General de México en Denver para las escuelas y bibliotecas locales para asegurarse que esos libros no contengan “insultos” a Estados Unidos.

Lo que el Representante Estatal Kent Lambert y la directora Marcia Leal (ambos republicanos) consideran con “insultos” y “tendencias anti-estadounidenses” es la posibilidad de que en esos libros de texto en español se enseñe que luego de la Guerra México-Americana de 1846 a 1848 Estados Unidos no cumplió con el tratado de paz y se apropió indebidamente y por la fuerza de  tierras y fincas que le pertenecían a familias mexicanas.

Lo interesante del caso es que eso es exactamente lo que pasó, al punto que más de un siglo y medio después, todavía hay casos pendientes sobre ese tema en las cortes de varios estados del suroeste del país.

Es preocupante comprobar no sólo la ignorancia histórica de ciertos líderes y su apego a un nativismo y a un nacionalismo extremo, sino también el intento de suprimir toda versión que difiera de la “historia oficial” del pasado del país.

Y aún más preocupante es que exista respaldo de funcionarios del gobierno para llevar adelante esa supresión, como si no hubiese siempre más de una manera de entender o contar la historia.

Nada tiene una sola interpretación (¡ni la Biblia!), por lo que nombrar a un comité para que “revise” los libros resulta ridículo, excepto cuando se entiende que las escuelas ya no son lugar de estudio sino de adoctrinamiento tecno-científico y social, donde no se acepta ni se promueve el pensamiento propio.

Quizá por eso, por fomentar desde las escuelas y desde las legislaturas una sola manera de pensar y por ofrecer una falsa idea de individualidad, vacía de contenido y de sentido, sea necesario construir cada vez más cárceles, y se construirán muchas más aún debido a que el gobierno federal paga bien y es un buen negocio mantener a la gente detrás de  las rejas.

Por eso, por ejemplo, Corrections Corporation of America (CCA) administra 12 centros de detención de la Oficina Policial de Inmigración y Aduanas (ICE, en inglés) y 64 otras cárceles privadas en 19 estados en las que se alojan más de 85.000 presos, convirtiendo a CCA en el segundo mayor operador de cárceles del país después del gobierno federal.

Cuando los libros se cierran, y con ellos las mentes, las puertas de las cárceles se abren de par en par.

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