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Si la tecnología actual nos abruma, ¿qué haremos con la nueva tecnología?

Francisco Miraval

Recientemente recibí el llamado de una madre que necesitaba ayuda porque, me dijo, el termostato de su vivienda no funcionaba y la inminente llegada de las bajas temperaturas podría afectarla a ella y a sus pequeños. El problema resultó muy sencillo de resolver: las baterías del termostato habían sido colocadas en la dirección incorrecta. Eso era todo.

Y luego alguien más me llamó pidiendo ayuda porque, me dijo, su refrigeradora no funcionaba y. con cinco personas en la casa, la falta de una refrigeradora iba a ser un importante problema. Le pregunté entonces si habían verificado que la refrigeradora estuviese propiamente conectada. No lo estaba. Una vez que quedó conectada, el problema se resolvió.

Ambas personas enfrentaban problemas de fácil resolución, pero no pudieron encontrar esa solución por sí mismas no por falta de experiencia o de educación, sino, creo yo, porque las urgencias y los desafíos de la vida diaria les impidieron tener una mente clara incluso para usar tecnología absolutamente sencilla y común, como una nevera o un regulador de temperatura hogareña.

¿Qué pasará entonces cuando ya no se trate de tecnología común, sino de tecnología avanzada en nuestras vidas diarias? ¿Cómo reaccionaremos ante esa nueva tecnología? Quiero decir, si las presiones actuales son tantas que incluso un sencillo problema de algo mínimamente tecnológico se vuelve irresoluble, ¿qué haremos cuando la tecnología ya no sea tan mínima?

Y, de hecho, ya no lo es.

Hace pocas semanas, por ejemplo, la Universidad de Colorado en Boulder anunció el uso de nanopartículas (partículas sólo un poco más grandes que unos pocos átomos) que, al ser activadas por distintas longitudes de ondas lumínicas, pueden lograr que las bacterias resistentes a antibióticos dejen de serlo, curándose así infecciones que antes eran incurables.

Como no soy experto (ni jamás lo seré) en nanopartículas fotoactivadas, sólo puedo decir que algo que antes solamente se veía en las películas o series de ciencia ficción (es decir, pasar un rayo de luz sobre un paciente para curar heridas o infecciones) ahora es realidad. Y eso no es todo.

También hace pocas semanas, la Universidad de Búfalo (Nueva York) anunció la creación de un escáner que puede analizar el corazón de una persona hasta 30 metros de distancia y de esa manera, juzgando la forma y el tamaño de ese corazón, confirmar la identidad de la persona en cuestión. Y el aparato es tan pequeño que puede instalarse dentro de los teléfonos inteligentes.

Según sus creadores, ese escáner cardíaco podría reemplazar en poco tiempo a toda otra forma de verificación de identidad, desde contraseñas y huellas digitales, hasta reconocimiento de rostros o escáneres de ojos. Una vez más, la ciencia ficción se vuelve realidad.

Y no nos olvidemos de Elon Musk y su anuncio de viajes espaciales tripulados a Marte en el futuro cercano (2024) y la insistencia de Ray Kurzweil en llegar a ser inmortales dentro de una década (2029).

Si no podemos cambiar baterías o enchufar una nevera, ¿cómo viviremos entonces en ese nuevo futuro? 

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