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Project Vision 21

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Si sólo vemos lo que nuestras creencias nos dejan ver, entonces no hemos visto nada

Recientemente me pidieron de dar una presentación (virtual) sobre tendencias actuales y, como consecuencia, el posible futuro al que nos estaríamos encaminando. Comencé, entonces, con una advertencia que siempre uso: yo no adivino ni conozco el futuro. Y luego dije: “Si mañana nos golpea un asteroide y nos invaden los marcianos, lo que hoy yo diga no vale de nada”. 

Siempre hago referencia al posible impacto de un asteroide o a una posible invasión extraterrestre para mencionar dos eventos altamente improbables, aunque no con probabilidad cero, que, de ocurrir, nos obligarían a dejar de lado muchas de las creencias, acciones, conductas y hábitos que ahora tenemos. Es decir, siempre vivimos con un innegable nivel de incertidumbre. 

En esta ocasión, tras mi usual comentario sobre los asteroides y los marcianos, uno de los participantes me interrumpió, diciendo: “Francisco, usted está muy equivocado”. Cada vez que alguien me tilda de “muy equivocado” estoy tentado de decirle “Tiene mucha razón: estoy casado desde hace 33 años y mi esposa recuerda cada uno de mis errores”. 

Pero antes que yo pudiese decir nada, este buen hombre agregó: “Los asteroides no existen y los marcianos no existen. No nos va a destruir un asteroide ni van a llegar los marcianos”. 

Aunque podemos (y debemos) debatir mucho sobre la existencia de vida extraterrestre inteligente (y deberíamos debatir aún más si existe vida inteligente en este planeta), me pregunté cómo puede alguien dudar de la existencia de los asteroides, algo irrefutablemente conocido desde hace siglos y probablemente milenios.

El único pensamiento que tuve en ese momento fue en aquellos sacerdotes que se negaron a mirar por el telescopio de Galileo, argumentando que no había necesidad de hacerlo para determinar que Galileo estaba equivocado. 

Nuestro buen amigo, nuevamente antes de que yo pudiese decir algo, continuó: “La Biblia no nombra ni a asteroides ni a marcianos y, por eso, no existen”. Mi intuición de pensar en los sacerdotes y en Galileo no estaba tan equivocada. Además, agregó este participante, “La ciencia terminó en el siglo 6 antes de nuestra era. Y es bíblico”. 

Me apresuro a decir que, como debería ser obvio, no estoy en contra de las escrituras judeocristianas comúnmente conocidas como la Biblia. Muy por el contrario. Esas escrituras han sido y siguen siendo el suelo fértil de mi espiritualidad y la constante motivación de mis estudios. 

Pero creer que la Biblia es un catálogo de todo lo que existe o existirá en el Universo y que algo que no aparezca explícitamente mencionado entonces no existe es mucho más de lo que yo puedo aceptar como coherente o como pensamiento adulto y maduro. 

Aún más, el participante que expresó su rechazo a los asteroides y los marcianos porque la Biblia no los menciona lo hizo (¡vaya contradicción!) durante una videoconferencia, usando computadoras y otros elementos no mencionados explícitamente en la Biblia. 

Por eso, si solo vemos lo que vemos porque nuestras creencias nos enceguecen, entonces no vemos nada, ni aunque nos escudemos detrás los textos sagrados. 

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