Debo confesar que, a casi dos décadas de decidirme a escribir un comentario semanal (siempre de exactamente 500 palabras), no me faltan ni temas ni ideas para explorar o para compartir. Pero la creciente desilusión al ver la pérdida de la capacidad de diálogo y de introspección me hacen dudar si continuar con esta tarea, cada vez más parecida a âuna voz en el desiertoâ.
Entre los muchos temas de los que se podría hablar esta semana figuran, por ejemplo, el descubrimiento de que el tiburón ballena tiene dientes en sus ojos, algo antes nunca visto en el reino animal. O el anuncio de que, en nuestra propia galaxia, la Vía Láctea, existirían decenas de miles de millones de planetas similares a la tierra, es decir, con capacidad de vida âhumanaâ.Â
O quizá podríamos analizar lo que Sartre dijo en 1943 (El Ser y la Nada): âTodo lo que me pasa a mí me pasa por míâ, subrayando la necesidad de asumir la responsabilidad personal de lo que nos pasa aún e las peores circunstancias.Â
¿Y por qué no comentar la dura advertencia de Fritjof Capra en 1982 (The Turning Point, capítulo 8) cuando dijo que âel Pentágono planifica la extinción de la especie humana y de muchas otrasâ?Â
Sin embargo, de nada sirve hablar de ese o de muchos otros temas con el potencial de tener un efecto transformador en nuestra manera de pensar, decidir y actuar, si, como lo indica un reciente reporte, uno de cada tres estudiantes de secundaria en Estados Unidos nunca vuelve a leer un libro tras terminar la escuela. Y entre universitarios es uno de cada cuatro.Â
Además, 70 por ciento de los adultos estadounidenses no ha leído un libro completo en cinco años. Y 80 por ciento de las familias compra un solo libro por año o ninguno.Â
En ese contexto, todo se vuelve opinión, es decir, el conocimiento desaparece y se asume que todo lo que se dice carece de fundamento, y, por lo tanto, puede rechazarse y reemplazarse por otra opinión, también carente de fundamento, pero más cercana a lo que âuno piensaâ.Â
La ignorancia se ha vuelto arrogante al punto que, alguien que âsabe muchoâ es aquella persona que puede responder correctamente a preguntas triviales sobre celebridades o sobre entretenimiento.Â
¡Tanto se podría decir sobre la propuesta del filósofo chileno Gastón Soublette sobre los âpeligros y oportunidades de la megacrisisâ, como dice el subtítulo de su nuevo libro Manifiesto (publicado a los 93 años)!
Según Soublette, la actual crisis global, no es una crisis ni de salud ni de economía (aunque innegablemente esos elementos están incluidos en la crisis), sino una crisis de espiritualidad, no en el sentido de dogma religioso, sino en el sentido de que nosotros mantenemos los ojos cerrados al cambio y al futuro y, por eso, nos aferramos a la crisis que nosotros hemos creado.
Soublette sugiere que el proyecto de la modernidad surgido en Europa hace 500 años está llegando a su fin. Tiene razón.Â
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