Menu
header photo

Project Vision 21

Transforming lives, renewing minds, cocreating the future

Blog Search

Blog Archive

Comments

There are currently no blog comments.

Un mundo empequeñecido de ciencia sofisticada y magia devaluada

Ese pequeño “espejo negro” que tenemos casi constantemente en nuestras manos, o frente a nuestros ojos, o pegado a nuestros oídos, lejos de ser un teléfono inteligente es, en realidad, un reductor de mundos. Cada vez que lo usamos nuestro mundo se vuelve más y más pequeño y. como el empequeñecimiento va asociado con el olvido, no lo notamos.

Me apresuro a decir que no estoy en contra de los teléfonos inteligentes y no pretendo volver a la época de las cartas escritas a mano o a las tabletas de arcillas escritas en cuneiforme. Pero sí estoy en contra de que sea tan sencillo reducir nuestro mundo personal (“mundo” en un sentido existencial, no geográfico) a sólo una ínfima fracción de la experiencia humana.

Y no solamente aceptamos con felicidad esa reducción, sino que nos volvemos adictos a ella: no podemos dejar pasar sino unos pocos minutos antes de revisar el teléfono para ver si tenemos nuevos mensajes. Y no dejamos de lado el teléfono ni siquiera al conducir o cuando estamos con otras personas junto a nosotros. 

Si la horripilante experiencia de ver a un conductor en la carretera más interesado en mirar a la pantalla que en conducir su carro no fuese suficiente prueba de que el teléfono inteligente es un eficiente reductor de mundos, entonces la experiencia de ver a una joven pareja sentados uno junto al otro textearse en vez de hablar debería ser la prueba definitiva. 

Pero ¿por qué no vemos esa reducción de nuestro propio mundo? Por la superposición de dos autoengaños. Primero, creemos que el teléfono inteligente nos ayuda a conectarnos cuando, en realidad, nos desconecta. Segundo, asumimos que la única manera de acceder a nuestro mundo es precisamente por medio de ese teléfono inteligente.

El opio de los pueblos se tecnologizó y es tan adictivo que hasta le otorgamos poderes mágicos: si el teléfono inteligente no está cerca de nosotros algo malo nos puede suceder. De esa manera, una de las tecnologías más avanzadas que el mundo jamás conoció se transforma a la vez en un amuleto, en una versión devaluada de la magia antigua. 

Creo que ni George Orwell ni Gene Roddenberry podrían haberse imaginado un final más infeliz para la humanidad, aunque tanto 1984 como Star Trek presentan sugerencias de la función estupefaciente de la tecnología. A la vez, Arthur C. Clarke ya advertía que una tecnología avanzada lleva a esa extraña fusión de tecnología y magia. 

Nietzsche decía que el “último hombre” solamente parpadea. Y eso es exactamente lo que hacemos: pestañamos ante el “espejo negro” (y ante cualquier otra pantalla) confiando que el próximo mensaje o un nuevo “Me Gusta” dará un poco de sentido a nuestra vida, o que la siguiente imagen nos hará sonreír, o que el siguiente consejo nos llene de sabiduría. 

Como bien dice el filósofo Byung Chul Han, en nuestro tiempo cada uno se explota a sí mismo y llamamos a esa autoexplotación “desarrollo personal” o “éxito” o el nombre que queramos darle. 

Go Back