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Una propuesta para el Año Nuevo: conseguir un mentor

Francisco Miraval

El inicio del año es la época en la que tradicionalmente las personas realizan promesas o

“resoluciones” que desearían mantener y cumplir en el año que se inicia. Esas promesas incluyen desde bajar de peso o superar ciertos hábitos nocivos hasta lograr ciertas metas o pasar más tiempo con la familia. Pocas veces las personas se proponen conseguir un mentor o mentora.

Un mentor no es ni un padre ni un guía espiritual ni un instructor ni un socio empresarial, aunque puede ser todo eso a la vez. Un mentor es alguien que ve en nosotros el potencial que tenemos y que desinteresadamente busca ayudarnos a que lleguemos a desarrollar ese potencial.

El mentor no nos ve como somos ni como nos vemos a nosotros mismos, sino como podríamos ser. Esa habilidad de ver en alguien el potencial para el futuro sólo viene con los años y con la experiencia, por lo cual los mentores son, en general, personas de una cierta edad y con unos cuantos años más que la persona a la que ayudan.

Creo que vivimos en una época en la que faltan verdaderos mentores y en la que la función del mentor se ha en cierta forma devaluado y transformado en otras funciones, no menos nobles ni necesarias, pero distintas, como las del tutor (para ayudar a jóvenes estudiantes a completar las tareas de la escuela) o del instructor (para capacitar y dirigir a alguien nuevo en el trabajo).

Parte de la razón por la falta de mentores es que ya ni se los busca ni se los espera. Leí alguna vez (lo lamento, no recuerdo la fuente) que el 90 por ciento de los jóvenes de Estados Unidos menores de 18 años prefiere hablar solamente con otros jóvenes de su misma edad. Y cuando hablan con adultos generalmente es por obligación, como los padres o los maestros.

De esa manera, se pierde la posibilidad de establecer una relación intergeneracional en la que la persona joven puede recibir consejos y guía para la vida de alguien con más experiencia, algo que no se obtiene ni con actualizaciones de estatus en las redes sociales ni con sólo 140 caracteres.

Otra parte de la razón por la falta de mentores es que el cambio social es tan rápido y constante que muchas de las buenas lecciones para la vida que antes (hasta no hace mucho) podían aplicarse ahora resultan casi irrelevantes. El futuro ya no es lo que era y el presente es bastante problemático, por lo que resulta difícil tratar de ayudar a otros si uno mismo no sabe lo que pasa.

De mi mentor (el Dr. Armando Vivante, ya fallecido) aprendí, entre otras muchas enseñanzas, que las verdaderas preguntas son aquellas que nos mantienen activos durante muchos años buscando respuestas. Y también aprendí que los mentores ni se buscan ni se contratan. Simplemente llegan.

Por eso, conseguir a un mentor/mentora significa vivir con una disposición tal que lo/la reconozcamos cuando esa persona llegue a nuestras vidas.

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