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¿Alguien sabe por qué canta el cometa 67P?

Francisco Miraval                                

La extraordinaria misión de la nave espacial Rosetta al cometa 67P debe ser debidamente celebrada como un acontecimiento de históricas proporciones para nuestro conocimiento del universo y de nosotros mismos. A la vez, entre las muchas preguntas que aún espera respuesta, todavía figura la de determinar por qué canta el cometa 67P.

Decir que el sonido que emite 67P es el resultado de su campo magnético suena demasiado superficial, como queda claro al comparar ese sonido con otros producidos en la tierra, incluyendo la increíble superposición del canto de 67P con El Vuelo del Moscardón, de Rimsky-Korsakov.

Claramente, no se trata de un simple sonido, sino de música. Aunque nuestra mente post-moderna y tecno-científica no quiera o no pueda admitirlo, el cometa canta. Pero, ¿por qué? Y si 67P recorre el inmenso espacio extraterrestre cantando, ¿qué otro cometa o planeta o cuerpo celeste también está cantando?

Para los pensadores y maestros de la antigüedad, como Pitágoras (siglo 6 antes de la era común), la respuesta es sencilla: todo el universo está cantando. Lo llamaban la música de las esferas y, según la leyenda, Pitágoras era capaz de escucharla. La idea de la música cósmica no pertenece sólo a la antigüedad, ya que incluso a principios del siglo 17, Kepler, uno de los impulsores de la astronomía moderna, todavía hablaba de la armonía de los mundos.

Entonces, quizá seamos nosotros quienes ya no escuchamos el canto del universo, pero no porque el universo no cante sino porque nuestros oídos se han vuelto sordos a ese canto. Quizá sea porque, como nos pasa con la lluvia o con el tictac de los relojes, llega el momento en que dejamos de escuchar esos sonidos. O quizá hemos perdido la habilidad de escucharlos.

Pero que no escuchemos la música celestial no significa que esa música no exista o que no haya existido. Quizá Julian Jaynes tenga razón al decir (en El Origen de la Consciencia y la Ruptura de la Mente Bicameral, 1975) que el cerebro humano cambió unos 1000 años antes  de la era común, por lo que ya no escuchamos los sonidos que nuestros antepasados escuchaban.

Quizá nos habíamos vuelto sordos a la música de los astros y ahora estamos recuperando la capacidad de escucharla, aunque sea por medio de la tecnología. Si es así, la verdadera hazaña de la misión Rosetta no es habernos conectado con un cometa, sino habernos reconectado con nosotros mismos.

Pero aunque todo eso fuera así, ¿por qué canta un cometa? Quizá la pregunta sea tan ridícula como preguntar por qué emite luz el sol o por qué sopla el viento. Desde cierto punto de vista, el cometa canta porque tal es (aparentemente) su naturaleza. Y su canción seguirá siendo una canción aunque nadie la escuche (al mejor estilo de los koans del budismo zen).

Pero quizá, parafraseando a Anthony De Mello en El Canto del Pájaro, el cometa canta no porque tiene algo para decir, sino porque tiene una canción para cantar, que sólo debemos escuchar.

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