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¿Estamos listos para un alto porcentaje de hispanos con títulos universitarios?

La primera reacción ante la pregunta si nosotros, las familias de la comunidad hispana, estamos listos para que un alto porcentaje de nuestros jóvenes complete exitosamente su carrera universitaria es responder casi instintivamente que sí.

Pero un poco de información y una corta reflexión demostrarán que la respuesta no es tan sencilla ni directa como aparenta.

Es cierto que, según informó la semana pasada College Board (una asociación educacional sin fines de lucro con sede en Nueva York) este año se duplicó la cantidad de alumnos hispanos que realizaron sus exámenes de preparación académica preuniversitaria en comparación con la cantidad que había hace diez años.

Y también es cierto que en la actualidad casi el 40 por ciento de quienes realizan esos exámenes de ingreso universitario (conocidos en inglés por las siglas SAT) son de grupos minoritarios, principalmente hispanos.

Aún más, por primera vez este año, un 25 por ciento de los alumnos que realizaron las pruebas SAT no hablan inglés como primer idioma, siendo el español el idioma natal de la mayoría de esos estudiantes.

Al combinar estas estadísticas queda claro que un número sin precedentes de jóvenes latinos está llegando a la universidad con la preparación académica necesaria como para completar exitosamente una carrera. Y esto es algo nuevo, ya que un 61 por ciento de estos estudiantes latinos afirma que es el primero en su familia en ingresar a una universidad.

Pero la llegada en masa de jóvenes hispanos al ámbito académico superior tiene consecuencias indeseadas. Según el Pew Hispanic Center, un 90 por ciento de los latinos de Estados Unidos que ahora tienen menos de 18 años nacieron en este país, es decir, crecieron en el contexto de la cultura y las tradiciones estadounidenses, que son distintas a la cultura y tradiciones de sus padres.

Esas diferencias culturales entre padres e hijos hispanos, acentuadas por diferencias en el idioma, en las costumbres y en el acceso a tecnología, se transforman en verdaderos abismos cuando el joven llega a la universidad y comienza a recorrer un camino de formación académica por el que sus padres nunca pasaron.

Por eso no es de extrañar que, según el Grupo Barna (organización dedicada a estadísticas relacionadas con la religión), un 61 por ciento de los adolescentes que se criaron y educaron en un contexto religioso (algo muy común en nuestra comunidad), dejan la expresión de fe de sus padres durante los dos primeros años de estudios en la universidad. De hecho, en muchos casos, esos jóvenes ya no vuelven a tener contacto con su familia.

En definitiva, mientras por un lado son cada vez más los hispanos que llegan a la universidad, por otra parte son cada vez más los hispanos que por eso mismo se alejan de su fe, de sus familias y de sus tradiciones.

¿Estamos entonces realmente preparados para formar una generación de jóvenes universitarios latinos, sabiendo que casi dos de cada tres de esos jóvenes tendrá éxito en la universidad pero se apartará de sus raíces?

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