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¿Estamos listos para un futuro transhumano?

Francisco Miraval

Hubo un tiempo, así dicen, en el que, hace milenios, la humanidad vivía dentro de cuevas. Y, según dicen, en cuestión de pocas décadas la humanidad entera dejará de habitar dentro de cualquier versión modernizada de aquellas cuevas para trasladarse al reino de los cuerpos holográficos y los cerebros digitales.

Nadie menos que Ray Kuzweil, uno de los genios de la época actual y desde diciembre pasado trabajando para Google, afirmó recientemente en una serie de entrevistas que en poco tiempo será posible incorporar poderosas computadoras dentro del cuerpo humano (no más grandes que el tamaño de una célula). Y poco después habrá cerebros digitales, cada uno de ellos con mayor capacidad de pensamiento que todos los cerebros juntos en la actualidad.

O por lo menos eso es lo que yo entendí que dijo Kuzweil, con mi cerebro ya casi obsoleto para la época actual y totalmente obsoleto para el futuro cercano.

Cuando comenté recientemente con algunos amigos la posibilidad de que lleguemos a ver la singularidad tecnológica que le dé inmortalidad a los seres humanos, la respuesta fue una carcajada generalizada de rechazo a tal idea. Si les hubiese dicho que cada martes juego a las cartas con un Pie Grandes que baja de una nave extraterrestre me hubiesen creído más.

Lo cierto es que hubo una época en la que se pensaba que la tierra era plana y que el sol giraba alrededor de la tierra. Y luego se dijo que nada más pesado que el aire jamás podría volar. En algún momento se consideró que el teléfono era sólo un juguete y que en todo el mundo había necesidad sólo para cinco computadoras.

De niño, recuerdo haber leído historias diciendo que la humanidad nunca llegaría a la luna o que jamás sería posible realizar un trasplante de corazón. También recuerdo otra historia (publicada hace ya cuatro décadas, creo) que decía que las computadoras ya habían llegado a su máxima capacidad.

¿Y qué decir de la existencia del gorila, el okapi, el ornitorrinco y el calamar gigante, animales que se creían eran sólo el objeto de la imaginación de ciertos pueblos “primitivos”?

Desde otro punto de vista, en algún momento se sostuvo que la humanidad era el centro del universo y el pináculo de la creación, y que la racionalidad del ser humano era la expresión más alta de esa humanidad. Copérnico, Darwin y Freud, junto con sus seguidores y opositores, se encargaron de transformar esas ideas.

Los ejemplos sobre cuán equivocados los seres humanos estuvimos en el pasado podrían fácilmente multiplicarse, pero, sobre la base de esos ejemplos, la única conclusión posible es que las ideas que ahora aceptamos como incuestionablemente verdaderas quizá no lo sean.

Si es verdad que estamos a punto de entrar en la era transhumana (y, como dijo Kuzweil en una reciente entrevista radial, sería “irresponsable” no hacerlo), ¿cuán preparados estamos para esa transición?

Repentinamente, la reforma inmigratoria, los recortes al presupuesto federal y mi plan de jubilación ya no parecen tan importantes.

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