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¿Funcionarán las soluciones no tradicionales para nuestros grandes problemas?

Francisco Miraval

Dos cosas son ciertas: nuestro mundo está lleno de problemas y las soluciones que hasta ahora hemos intentado no han funcionado. Por eso, con muchos otros, me pregunto si no será necesario implementar soluciones no tradicionales.

Hace mucho que aprendí que no se puede resolver un problema con las mismas ideas que lo crearon. Pero algunas propuestas de soluciones alternativas, aunque basadas en argumentos sólidos, resultan preocupantes, o por lo menos dignas de un análisis más pormenorizado.

Por ejemplo, un grupo en Colorado, argumentando (con razón) que la lucha anti-drogas ha sido un fracaso, pide que se legalice la marihuana (causante de dos de cada tres arrestos por posesión de sustancias controladas) como una manera de quitarles poder a los carteles de la droga, fomentar mejores relaciones entre México y Estados Unidos y aumentar la recaudación impositiva.

Por otra parte, como recientemente lo sugirieron expertos de la Universidad Oxford, en Inglaterra, si se acepta que el cambio climático es el resultado de las acciones de los seres humanos, y si se acepta que la conducta de las personas no va a cambiar, entonces quizá sería mejor cambiar directamente a las personas, por medio de bioingeniería.

Los expertos de Oxford proponen que se trate de las personas con ciertas hormonas para hacerlas más altruistas y empatéticas, pero también para que tengan menos hijos y coman menos carne, o que directamente ya no coman carne.

Cada una de estas dos propuestas tiene sus méritos (lo cual no significa que ya esté de acuerdo con estas soluciones).

Por ejemplo, cuando en Estados Unidos se intentó la llamada “ley seca” para prohibir el uso del alcohol (1920 a 1933), uno de los resultados fue la aparición de nuevas organizaciones criminales, así como el aumento en la corrupción dentro de la policía y entre funcionarios públicos.

Por eso, los impulsores de la llamada Enmienda 64 de Colorado, para legalizar el uso personal de menos de 30 gramos de marihuana, afirman que, como en el caso del alcohol, sería mejor regular esta sustancia que prohibirla.

De la misma manera, los expertos de Oxford sostienen que si nosotros somos la causa de los cambios climáticos adversos, nosotros debemos ser la solución. En otras palabras, en vez de tratar de cambiar el planeta, cambiemos nosotros. Eso significa, por ejemplo, crear seres humanos más pequeños, para que consuman menos energía. Y tener menos hijos.

Pero a pesar del atractivo de estas propuestas, en el pasado también se implementaron soluciones no tradicionales e innovadoras para ciertos problemas, reales o imaginarios, con desastrosos resultados. Piénsese, por ejemplo, en los numerosos genocidios a lo largo de la historia humana.

Obviamente, esta actitud crea otro problema, ya que estamos reconociendo que, para ciertos problemas, las soluciones tradicionales no funcionan y las soluciones no tradicionales quizá tengan consecuencias indeseadas y no anticipadas.

¿Qué hacer, entonces? Seguir pensado. Tanto la Enmienda 64 como la bioingeniería asumen que, con las herramientas adecuadas, se puede controlar la vida y la conducta de las personas.  Pero, ¿será así?

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