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¿Qué dejamos erróneamente en el pasado que ahora debemos recuperar?


Cuenta la mitología que cuando los griegos iban hacia Troya para pelear la famosa guerra, uno de ellos, Filoctetes, fue abandonado por sus compañeros en una isla desierta porque, tras ser mordido por una serpiente, sus gritos y su hedor se volvieron intolerables para los otros soldados. Pero ese no es el final de la historia. 

Según la mitología, los griegos solamente ganarían la guerra sólo si, en las batallas, usaban el arco que alguna vez había usado el mismísimo Hércules. Pero había un problema: quien tenía ese arco y el único que sabía usarlo era Filoctetes, a quien habían dejado abandonado y dado por muerto, pero que ahora necesitaban más que nunca. Y entonces lo fueron a buscar.

Quien quiera enterarse de todas las artimañas que Odiseo (Ulises) y otros personajes debieron emplear para ganarse nuevamente la confianza de Filoctetes y lograr que el eminente arquero se sumase a la guerra puede leer la tragedia que Sófocles escribió sobre el tema. Lo que aquí quedemos destacar es que algo (alguien) que había quedado descartado debía ser recuperado.

Como todo mito, este también tiene un innegable nivel psicológico que, aunque revestido de nombres inusuales para nosotros y en el marco de una leyenda (aunque la guerra de Troya fue real), sigue vigente en nuestra época y para nosotros. Después de todo, muchas veces descartamos algo en nuestra vida y después entendemos que fue un error. 

A veces, como en el caso de Filoctetes, desechamos, por así decir, a las personas con quien nos encontramos sólo porque hay algo que nos disgusta en ellas, o porque es un inconveniente estar junto a ellas o, aún peor, simplemente porque no queremos compartir su sufrimiento. Pero cuando repentinamente necesitamos a esas personas, allí vamos a buscarlas. 

A veces, se trata de ideas, lecciones o enseñanzas que hemos aprendido y que, llegado cierto momento, creemos que ya no nos sirven y las abandonamos con la misma facilidad que nos deshacemos de aquella ropa que ya nos queda chica o que a pasado de moda. Pero luego algo sucede y resulta que esas enseñanzas adquieren un nuevo valor y volvemos a ellas. 

Y a veces nos deshacemos de cosas, de objetos, a los que consideramos inservibles no porque haya nada malo con ellos, sino porque el mercado nos inunda con objetos más nuevos. Pero “nuevo” no significa “mejor”, y entonces, cuando lo nuevo falla, nos vemos obligados a recurrir a lo que considerábamos obsoleto para resolver el problema. 

Como decía mi abuela: “Aquel que guarda, siempre tiene”. 

Pero, más allá de lo que descartemos, la sabiduría consiste en aceptar, cuando llega el momento, que fue un error descartarlo y que debemos recuperarlo, incluso si eso significa regresar al lugar o al momento cuando lo descartamos y buscar un reencuentro que permita corregir el error y continuar juntos hacia el futuro.  

Saber qué debemos llevar con nosotros al futuro es tan importante cómo saber qué debemos dejar en el pasado y qué debemos recibir del futuro.  

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