Menu
header photo

Project Vision 21

Transforming lives, renewing minds, cocreating the future

Blog Search

Blog Archive

Comments

There are currently no blog comments.

¿Qué excusas usamos para no comprometernos con el nuevo futuro?

Recientemente mantuve una corta conversación con una persona muy conocida en la comunidad y con una excelente formación profesional. El tema fue el nuevo futuro creado no solamente por la pandemia, sino también por el desmoronamiento del proyecto eurocéntrico de la modernidad. Esta persona me dijo, sin embargo, que ella no tenía tiempo para el futuro. 

“No tengo tiempo para el futuro”, fueron sus palabras exactas. No tener tiempo para el tiempo es, sin dudas, una expresión paradójica y autocontradictoria.  Pero también es una expresión de angustia, de encierro y de desesperación.

No tener tiempo para el tiempo, dicho por un ser temporal como somos los seres humanos, es una forma de decir que ya no nos interesa nuestro propio ser, que ya hemos dejado de ser humanos y nos hemos cosificado a nosotros mismos. Nos tratamos como atemporales y tratamos, en vano, de cercenar nuestra temporalidad.

Antes de que yo dijese nada (y no es que yo pensaba decir algo), esta persona agregó: “No tengo tiempo para el futuro porque tengo que renovar mi oficina”. En un principio creí entender la explicación: la pandemia nos ha forzado a rediseñar nuestros lugares de trabajo, para maximizar la efectividad de trabajar allí.

En el contexto actual, tener una oficina ergonómica y ecológicamente amigable es una gran ventaja. Y si a eso se le suman nuevas tecnologías, esa oficina deja de ser un lugar de trabajo para convertirse en un punto de encuentro con el mundo.

Pero no fue eso lo que intentó decir la persona con quien yo estaba conversando. Sentí que ella decía algo así como “Tengo que refugiarme en mi oficina”, en el doble sentido de “Mi trabajo es mi mundo” y “Mi oficina es un lugar donde yo estoy a cargo y puedo controlar”. 

En cierta forma, esta persona busca transformar su oficina en una “cueva” en la que ella pueda invernar todo el tiempo que sea necesario hasta que pase la pandemia, algo similar a lo que hacen los osos cada vez que llega el invierno. Y es ese encierro, tanto físico como existencial, lo que le impide a esta persona conectarse con el nuevo futuro.

“Remodelar la oficina” puede entenderse como el deseo de repetir el pasado y perpetuar el presente, para olvidarse de que el futuro ya cambió y para retrotraer el tiempo a una situación más satisfactoria que la de enfrentarse a cambios profundos, inevitables e irreversibles. 

Dicho de otro modo, “remodelar la oficina” es una confesión de haberse vuelto adictos a nosotros mismos, es decir, de no querer dejar de ser lo que somos en este momento, incluso si de alguna manera entendemos que esa manera de ser ya es obsoleta. De nada sirve construir un castillo de gruesas paredes si los atacantes llegan con cañones y pólvora. 

La pregunta entonces es: ¿Qué “oficina” o qué “cueva” o qué “castillo” estamos construyendo cada uno de nosotros para no enfrentar el nuevo futuro? ¿Y qué precio pagaremos por hacerlo? El futuro emergente lo relevará. 

Go Back