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¿Quién presta más atención, nosotros o los pececillos dorados?

Hace una década, o quizá un poco menos, comenzó a circular un reporte indicando que el tiempo de atención de los seres humanos disminuyó tanto que ahora los pececillos dorados, con sus 8 segundos de atención, prestan atención durante más tiempo que nosotros los humanos. El reporte sigue siendo usado ampliamente, a pesar de que nunca existió como tal. 

Sin entrar en detalles de quién publicó qué y cuándo, será suficiente decir que quedó indiscutiblemente demostrado que en el reporte original sobre el tema nunca se dijo que los humanos prestan menos atención que los pececillos dorados. ¿Cómo entonces se difundió lo contrario? Porque quienes distribuyeron el reporte no prestaron atención a lo que decía.

Veamos si podemos ser claros: un reporte enfocado en cuán poco dura la atención que los humanos le prestan a las cosas queda invalidado porque, al difundirlo, los humanos encargados de hacerlo no prestaron realmente atención al reporte, específicamente, a los números que se usaron. 

Dicho de otro modo, la refutación de la veracidad del reporte sobre la poca atención que prestamos los humanos se basa en subrayar cuán poca atención prestamos los humanos. Y, sin dudas, es así. 

Por ejemplo, más de una vez en tiempos recientes me he encontrado con respuestas a mensajes que yo envié que no se relacionan en nada con el mensaje que yo envié, revelando que el receptor del mensaje ni siquiera lo leyó. Y en varias ocasiones pude comprobar que así fue. 

La explicación es siempre la misma: “Estoy muy ocupado” o “Tengo muchas cosas en la cabeza”. Nadie dice “Mi tiempo de atención se ha reducido al mínimo y solamente dura unos pocos segundos. Por lo tanto, ni siquiera puedo completar la lectura de dos párrafos de texto”. Nadie lo dice, pero es exactamente lo que sucede: nuestra atención dura lo que dura un pestañeo. 

Mientras tanto uno debe preguntarse a qué no le estamos prestando atención cuando no le prestamos atención a las cosas. La respuesta obvia y corta es: a la vida. Se dice que la vida es lo que nos pasa mientras estamos mirando hacia otro lado y creo que es verdad. 

Vivimos en una época en la que la ficción predomina sobre la realidad, pero a la vez se trata de una ficción fragmentada en la que ningún fragmento dura más de unos pocos segundos y ningún fragmento se conecta de manera coherente con el anterior o con el posterior. Se trata de una infinita secuencia de efímeros sinsentidos.

En algún momento llegué a pensar que, si uno presta atención y colecciona suficientes fragmentos de la realidad (o de la ficción, que hoy es lo mismo), entonces llegaría el momento en que uno podría comenzar a resolver el rompecabezas. Luego me di cuenta de que no existe ningún rompecabezas a resolver. 

Quizá sea verdad, en definitiva, que el tiempo de atención de los seres humanos es ahora más corto que el de los pececillos dorados debido a que nuestra vida está imposiblemente fragmentada. 

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