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¿Quién tiene la prioridad, edificios o personas?

Francisco Miraval

Recientemente me encontré con un joven de un cierto país latinoamericano (que no voy a mencionar) quien me contó que en su ciudad natal (bastante conocida, por cierto) las casas o los edificios no tienen número. La situación me pareció tan curiosa que le pregunté cómo se hace entonces para llegar a algún lugar. Su respuesta fue aún más curiosa.

Sinceramente pensé que este amigo me diría que se usaban como referencia las principales intersecciones de la ciudad o quizá algún edificio conocido. Se me ocurrió que la respuesta sería algo así como “Dos cuadras después del hospital” o “Doblar a la derecha donde termina la avenida”. Pero no fue así.

Según mi amigo, las direcciones se proveen refiriéndose a las personas que están cerca del lugar al que uno quiere llegar.

“Si quieres ir a (un cierto restaurante), tienes que pasar primero por donde la anciana cristiana siempre está predicando”, me explicó.

Me quedé pensando qué pasaría si algún día la devota anciana decide ir a la iglesia y, por eso, no predica. Y, tratándose de una anciana, ¿alguien la reemplazará cuando ella ya no pueda predicar o simplemente se hablará del lugar en el que la anciana solía predicar como punto de referencia”.

“Y si quieres ir a (un cierto mercado), eso está cerca del mecánico que siempre tiene las manos sucias. Todos lo conocen a él como todos conocen a la anciana”, indicó mi amigo.

Quise preguntarle, pero no lo hice, qué pasará si un día el mecánico se jubila o simplemente se lava sus manos. Si eso sucediese, ¿quedará la gente tan desorientada que ya no podrá llegar a su destino?

Cabe destacar que el lugar en el que antes vivía mi amigo dista mucho de ser un pueblo pequeño, ya que allí residen varias decenas de miles de personas, lo atraviesan dos importantes carreteras y hasta tiene su propio y muy activo aeropuerto internacional.

Sin embargo, no se usan números para las casas ni los edificios. Ni siquiera en el caso del hospital público, o de las oficinas municipales, o de los comercios de la zona. Por eso, la estación de servicio (gasolinera) está “al lado del lavadero donde la madre y sus hijas lavan los carros”. Muy bien, pero ¿dónde queda ese lavadero? “Allá cerca del centro de la ciudad”, fue la respuesta.

No sé si yo podría adaptarme a ese contexto (de ser necesario, seguramente lo haría), pero me intriga el hecho de darle primacía a las personas y a sus actividades (predicar, reparar carros, lavar carros) que a las frías direcciones de los edificios (“123 Avenida Alameda”).

Si busco la dirección en un mapa en línea o si miro la imagen satelital, probablemente voy a ver el restaurante, el mercado o la gasolinera, pero no creo que veré a la anciana, al mecánico o a la madre con sus hijas.

Quizá por eso me gusta el sistema de direcciones en la ciudad de mi amigo: porque les da prioridad a las personas y porque es irreductible a la tecnología moderna.

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