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¿Tanto le cuesta a la gente comunicarse con otras personas?

Francisco Miraval

Recientemente, en el contexto de mis tareas como consultor comunitario, le dejé un par de mensajes de voz a una persona a cargo de un cierto proyecto que busca llegar con una propuesta educativa para la comunidad hispana. Como no obtuve respuesta dentro del tiempo que las necesitaba, le envié dos mensajes electrónicos en días distintos, pero tampoco me respondió.

Finalmente, me encontré con esa persona y le mencioné los mensajes. Me dijo entonces que ella necesitaba documentar toda conversación sobre temas laborales por lo que la única manera en que podría responder a mis preguntas era si yo le enviaba las preguntas por email.

Le dije que eso era exactamente lo que yo ya había hecho y que ella ya tenía las preguntas, pero de nada valió, afirmando que ella solamente respondería si yo le reenviaba esas preguntas. Así lo hice y finalmente obtuve una respuesta que no tenía absolutamente ninguna relación con lo que yo había preguntado.

Llamé por teléfono a esta persona y pude hablar con ella. Le dije que las preguntas de mi email aún estaban sin responder y me dijo que ella estaba muy ocupada como para leer o escuchar mensajes, por lo que ella solamente dice o escribe lo que ella cree que debe decir, no las respuestas que la otra persona espera o necesita.

A pesar de su carencia de habilidad para comunicarse, esta persona está en un alto puesto en una importante institución privada y gana por año lo que yo no ganaré ni en diez años o incluso más. Y ella no es la única persona a quien se le dificulta hablar con otros.

La semana pasada asistí a una reunión empresarial en la que el director de un inmenso proyecto de construcción habló sobre las oportunidades que los empresarios locales tendrán para ser parte de ese proyecto.

Ese director comenzó diciendo que, como él siempre está tan ocupado con “cosas importantes”, pocas veces habla en público, indicando que no era una de sus actividades favoritas. De hecho, dijo que no le gustaba hablar con otras personas y su discurso claramente lo demostró. Tan pronto como terminó, se fue sin despedirse ni agradecer a los presentes.

¿Cómo puede ser que para un proyecto con un presupuesto de cientos de millones de dólares que impactará la vida de centenares de miles de personas por las próximas décadas no pueda conseguirse a alguien que durante diez minutos comparta información útil con empresarios deseosos de trabajar sin menospreciar a esos empresarios?

¿Y cómo puede ser que alguien que afirma con sus palabras y confirma con sus acciones que no tiene interés en hablar con otros esté a cargo de un proyecto de esa magnitud?

A veces me pregunto si tendré que dejar de hablar y de dialogar con las personas para acceder a mejores oportunidades. Me pregunto si sería mejor ser abiertamente anti-social. Y me pregunto por qué cada vez nos resulta más difícil entendernos unos a otros y dialogar unos con los otros.

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