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¿Todavía existe una frontera entre la noticia y la propaganda?

La semana pasada me encontré con una afirmación interesante: “Por mucho que lo nieguen, los medios están en realidad al servicio del dinero y no de la verdad. Pero este detalle es ahora poco significante.” (Xavier Alegre et al, Cuadernos de CiJ, abril 200 .

La afirmación es interesante ante todo por la claridad de su expresión y por la valentía de Alegre y sus colaboradores para expresarla.

Como alguien con más de dos décadas de ejercicio del periodismo profesional tanto en América del Sur como del Norte, suscribo totalmente al punto de vista de Alegre: los medios están al servicio del dinero, no de la verdad.

Si algo no se vende, no se cubre. Si la noticia (cualquiera que sea la definición de “noticia” que se use) no tiene un “mercado”, entonces esa noticia no es de interés ni se escribe. Lo mismo sucede si la publicación de una cierta historia puede llevar a perder el “mercado”.

A lo largo de los años he visto cómo el dinero ha reemplazado a la verdad, y no porque los periodistas nos hayamos olvidado de nuestro trabajo profesional o hayamos dejado de lado nuestros principios éticos. Por el contrario, creo que los periodistas de hoy son tan profesionales y éticos o más que los de cualquier otra época.

No es culpa de los periodistas. En realidad, no es culpa de nadie en particular, sino que vivimos en un mundo consumista y postmoderno donde el centro de la sociedad es el intercambio comercial y, por lo tanto, a todo se le adjudica un valor económico.

Recuerdo haber leído (pero no recuerdo la fuente) que “noticia” ya no es algo extraordinario que merece ser reportado, sino “información que, al conocerla, me da una cierta ventaja”.

Por ejemplo, el reporte meteorológico me ayuda a prepararme adecuadamente en caso de tormenta. Y el informe económico me ayuda a tomar decisiones sobre mi dinero.

La noticia se ha transformado entonces en información, pero ¿en qué clase de información?  En información dependiente de publicidad o peor aún de propaganda. No es información pura y aséptica, sino imposición.

Uno mira una película y aparece repentinamente un cierto restaurante. Uno va a comer a ese restaurante y se encuentra rodeado de promoción de la película. Y si uno mira un noticiero o lee un periódico aparecen la misma película y el mismo restaurante como “patrocinadores” de esas noticias.

En otro de los Cuadernos del CiJ (noviembre del 2004) se lee que “la misión de la publicidad en realidad no es informar sino engañar”. La noticia se ha vuelto publicidad y la publicidad es engaño.

Esa misma publicación sostiene que la publicidad es carismática, rentable, hecha “a los gritos”, con imperativos, transformando en absolutos a cosas totalmente superficiales. ¡Como si por el simple hecho de comprar un cierto desodorante solucionásemos todas nuestras relaciones interpersonales!

El consumismo nos ciega y nos vuelve perezosos para pensar.  Por eso creemos todo lo que vemos en los medios, sin distinguir entre información, noticias, propaganda y publicidad.

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