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“Nos hablamos en dos semanas. Nada va a cambiar en tan poco tiempo”

Francisco Miraval

Hace poco tiempo, recibí una invitación de una persona para reunirnos a conversar de uno de mis temas preferidos: el futuro emergente. Luego, a último momento, la reunión fue cancelada. “Nos reunimos en dos semanas”, me dijo esta persona. Y agregó: “Nada va a cambiar en tan poco tiempo”. Obviamente, él estaba (y está) muy equivocado.

Durante esas dos semanas, durante ese “poco tiempo”, pasaron muchas cosas, algunas de ellas por primera vez registradas en la historia humana. Es verdad que, en el contexto de los acontecimientos desde la formación del planeta hasta el presente, dos semanas son un tiempo ínfimo. Pero es un tiempo suficiente para grandes y profundos cambios.

Por ejemplo, el gobierno de Arabia Saudita le concedió la ciudadanía a Sophia, una robot inteligente que ha realizado (por sí sola) controversiales declaraciones sobre el futuro de la humanidad. Y Uber y la NASA firmaron un acuerdo para que a partir de 2020 haya taxis voladores compartidos en Los Ángeles.

A la vez, China anunció el desarrollo de un nuevo sistema de seguridad para supercomputadoras cuánticas, lo que permitiría enviar más información y a mayor velocidad de lo hasta ahora anticipado. Y Rusia informó que cuenta con lo que podría ser el mayor ejército de soldados robots autónomos en el mundo.

La exitosa aplicación de realidad virtual e inteligencia artificial en geriatría, la presencia de robots inteligentes en hospitales y literalmente “salvando vidas”, y la aceptación en religiones tradicionales de la llegada de máquinas espirituales y de transhumanos son otros temas recientes destacados.

La idea clave que queremos reflejar con estos ejemplos que, cuando uno quiere hablar del futuro emergente, dos semanas es (o puede ser) mucho tiempo. El futuro que hoy existe es distinto al que existía hace dos semanas. En la actualidad, el futuro cambia constantemente. Por eso, lo que tenía sentido decir hace dos semanas hoy ya no lo tiene.

Pero además de lo que podríamos llamar el “error de cálculo” cometido por mi interlocutor con respecto a la posibilidad de cambios profundos en solamente dos semanas, este hombre cometió, en mi opinión, otro error, el de no reconocer o aceptar esos cambios.

Cuando compartí algunos de los ejemplos antes mencionados, sus respuestas fueron “Eso ha sucedido siempre” y “Eso ya lo leí hace muchos años”. Es cierto que desde hace décadas se habla de robots inteligentes, de computadoras cuánticas y de soldados robots. Pero lo que antes era solamente de ideas o historias de ciencia ficción, hoy ya es una innegable realidad.

Me quedé entonces pensando cómo se puede hablar del futuro con alguien que se niega a aceptar la llegada del futuro y que no puede o no quiere ver los cambios que ya están sucediendo, cambios tan o quizá más profundos que cualquiera de los que en el pasado guiaron la transición de una época histórica a otra.

De hecho, resulta difícil hablar sobre el futuro con quien ve al futuro sólo como una continuidad de un pasado idealizado, narcisista y retro-utópico.  

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