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Encerrarse y aferrarse al “presente” poco hace para construir el futuro

Con demasiada frecuencia a través de las redes sociales me llegan mensajes invitándome a ya no hablar tanto del futuro y a concentrarme en el “presente”, en el “ahora”, dado que, según dicen quienes me envían esos mensajes el “ahora” es lo único que existe y ocuparse del pasado o del futuro es, en el mejor de los casos, una innecesaria pérdida de tiempo.

Esos mensajes, generalmente bien intencionados, incluyen bonitas frases como “El ahora es un regalo. Por eso se llama presente” o “Si sientes angustia estás en el pasado. Si sientes ansiedad, estás en el futuro. Pero si sientes paz, estás en el presente”.

Esas frases y otras similares, aunque inspiradoras, revelan un fundamental desconocimiento de la temporalidad humana y una solamente superficial reflexión sobre el tiempo, ya que, a la vez que se confunde el “presente” con el momento actual, se afirma que ni el pasado ni el futuro existen y, por lo tanto, conviene no prestarles demasiada (o ninguna) atención.

Pero ese enfoque fragmenta y divide erróneamente una experiencia que existencialmente sentimos precisamente como si fuese una, ya que el tiempo lo vivimos todo a la vez. El pasado lo recordamos en el presente y el futuro lo anticipamos en el presente. Y tanto el pasado como el futuro perduran (aunque cambian constantemente), mientras que el presente se esfuma.

Bien decía Agustín en sus Confesiones que de la misma manera que existe una memoria del pasado también existe una memoria del presente y, aún más, también existe una memoria del futuro. Y tiene razón, porque “memoria” y “recuerdo” no son lo mismo.

“Memoria” viene de una palabra latina que se escribía exactamente igual y que, a su vez, proviene del latín “memor”, que significaba “consciencia plena”, especialmente consciencia constante de algo importante que, precisamente por ser de alto interés, merece nuestra constante atención.

Solamente en el siglo 14 la “memoria” comenzó a asociarse con la facultad de recordar y sólo en el siglo 16 se la definió como el conjunto de recuerdos que uno tienen en la mente. 

Pero mucho antes de ese cambio en el significado de “memoria”, memoria estaba asociada con la creatividad en su mayor expresión: artes, pensamiento, ciencia. Entre los griegos, Mnemosine (“Memoria”) era la madre de las Musas, es decir, de las fuerzas inspiradoras a las que los humanos acceden para crear. 

Asumir que hablar del futuro es un error porque el futuro todavía no existe es en sí un error porque significa desconocer que el futuro ya existe en su forma de futuro presente. De la misma manera, pretender “olvidarse” del pasado es desconocer que el pasado todavía existe como pasado presente.

Creer que el presente es lo único que existe cuando, en realidad, es lo único que no existe, es aferrarse a lo inexistente. Y ese es el suelo nihilista de la angustia y la ansiedad. 

Por eso, para concluir, como decía el escritor español Enrique Santín: “El pasado se recuerda. El presente se vive. El futuro se piensa”.

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