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Extraterrestres, muertos, dinosaurios o zombis: ¿cuál sería la peor invasión?

En esta nueva época de la posverdad, cuando se declara que la verdad ya no existe, o es incognoscible o inalcanzable, la verdad se ha vuelto tan irrelevante que todo se convierte simultáneamente en verdad y en mentira, sin que (según parece) a nadie le importe examinar su vida para dejar de autoengañarse por lo cual todo “conocimiento” se diluye en meras opiniones.

Como ya lo anticipaba el tango Cambalache: “Lo mismo un burro que un gran profesor”. 

En ese contexto, la posverdad se manifiesta en lugares poco esperados, es decir, aquellos lugares antes dedicados precisamente a una búsqueda (seria, agregaría yo) de la verdad, como sea que antes se la entendiese o practicase. 

Por ejemplo, recientemente sintonicé un programa radial que escucho con cierta frecuencia por la constante presencia de científicos hablando de los nuevos descubrimientos y del nuevo futuro. En este caso, se trataba de alguien que iba a hablar sobre la intersección de física cuántica y medicina moderna. 

Casi inmediatamente al iniciarse la entrevista, la entrevistada indicó que ella había nacido en un distante planeta donde todo es siempre color de rosa (literalmente) y donde los habitantes son tan sabios e inteligentes que se aburren de todo lo que saben. Por ese aburrimiento, dijo, ella decidió venir a la tierra. (Todo esto en un programa dedicado a la “ciencia”.)

Luego, en un podcast en donde se realizan entrevistas con personas con interesantes historias para compartir, miré que el invitado era un espía jubilado que iba a compartir algunos detalles de su trabajo para la CIA. En definitiva, lo que él quería compartir era que él se comunicaba con los muertos y que los muertos le daban información que luego él compartía con la CIA.

Y en una revista de divulgación científica (o eso quizá era antes) se publicó un artículo sobre el tema de la posibilidad de viajar en el tiempo, anunciando que se había descubierto una nueva manera de hacerlo. El artículo en cuestión, sin dar mayores detalles, “revelaba” que tres adolescentes usaron un huevo de T-Rex para abrir un portal y viajar por el tiempo. 

Dado que no poseo ni los conocimientos ni las herramientas para refutar la existencia de seres nacidos en un planeta rosado, o la comunicación con los muertos, o un portal temporal creado con huevos de dinosaurios, no puedo afirmar que nada de eso existe. Pero puedo afirmar que todo eso se parece más a entretenimiento y diversión que a un diálogo serio. 

Y la razón por la que se parece a (y de hecho es) entretenimiento es precisamente porque no se lo puede refutar. A la vez, la capacidad de refutar una idea o un (supuesto) conocimiento es la base tanto del pensamiento crítico como de la ciencia moderna. 

Pero en la época de la zombificación de la cultura occidental (y quizá de la cultura global) poco interesa cualquier atisbo de verdad. El des-olvido (aletheia) es imposible cuando nos hemos olvidado de que nos hemos olvidado, incluyendo quienes realmente somos. 

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