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Guarde esta columna para leerla a finales de diciembre del 2012

Francisco Miraval

La llegada del 2012 ciertamente incrementará la histeria sobre las “profecías” mayas y el inminente fin del mundo, o fin de la época, o retorno al Edén, o comienzo de la etapa trans-histórica de la humanidad. Sea como fuere que se defina lo que se espera que suceda a finales del 2012, un poco de historia ayudará a contextualizar el tema.

A finales del siglo IV, el obispo Hilariano, en el norte de África, escribió en su libro Progreso del Tiempo que la batalla final entre Cristo y el Anticristo ocurriría en el año 498. Predicando prácticamente en la misma época, San Martín de Tours indicó que no haría falta esperar un siglo, como había dicho Hilariano, ya que el Anticristo ya había nacido y la batalla final era inminente.

Cuando esas fechas pasaron y nada sucedió, el Beato de Liébana (un monje español) revisó los cálculos y fijó el fin del mundo en el año 786. Otra vez, nada sucedió y la nueva fecha fue el año 800.  Y después el año 1000.  Y más tarde el 1250.

Y antes de que se diga que esos cálculos fallidos sobre la fecha del fin del mundo fueron el resultado de la ignorancia de personas de la Antigüedad o la Edad Media, considérese el caso del pastor bautista estadounidense William Miller (1782-1849) quien, basándose en un texto de las escrituras hebreas (Daniel 8:14) fijó el fin del mundo en el año 1843.

Una vez más, nada sucedió. Tras la muerte de Miller, sus seguidores “corrigieron” las predicciones y afirmaron que el tan anticipado fin llegaría en 1873. Y luego en 1897. Y más tarde en 1914. (Tras varias permutaciones, grupos religiosos derivados de las creencias de Miller aún siguen activos en Estados Unidos y en otros países. Detalles en Apocalypse Not, por John Michael Greer.)

En años más recientes, el evangelista radial estadounidense Harold Camping predijo el fin del mundo para el 21 de mayo de 1988. Luego, para el 6 de septiembre de 1994.  La fecha fue postergada para el 21 de mayo del 2011, y luego ajustada al 21 de octubre de este año.

La lista de profecías incumplidas, claro está, es interminable. Y aunque en los párrafos precedentes nos hemos enfocado en la tradición cristiana (por ser la que más conocemos), podríamos fácilmente incluir ejemplos de otras tradiciones religiosas tanto antiguas como contemporáneas que también han fracasado en su intento de fechar el día final.

¿Qué se puede esperar entonces del 21 de diciembre del 2012? Lo mismo que sucedió en la Navidad del año 1000, o el 1 de enero del 2000, o el 21 de octubre pasado: que sea un día más en la historia.

Y también se puede esperar que continúe la “apocalipsitis” actual, esta “inflamación del Apocalipsis” que ha resultado tan redituable para aquellos que producen libros, videos, películas y programas de televisión. Pero como Abraham Lincoln (en un cita que circula en línea), no se puede creer todo lo uno lee en Internet.

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