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Interpretación profética nos ubica en el centro de la historia

Parece que cuánto más cerca estamos del 2012, más crece el interés por profecías relacionadas con el fin del mundo. Por lo menos eso es lo que se deduce de mirar la cantidad de programas de televisión dedicados a ese tema.

Uno de esos programas, Decoded (en el canal History), recientemente presentó un análisis de las profecías de los mayas, los nativos hopi, la Biblia y Nostradamus con respecto al fin del mundo. Miré el programa con interés, no con el propósito de descubrir nada nuevo, sino para ver cómo se enfocaba el tema.

Y el enfoque del programa resultó muy claro. Todos los profetas del pasado, sin importar si profetizaron en Israel o en América Central, o si escribieron en francés o si usaron pictogramas sobre piedras, todo lo que esos profetas dijeron sobre el futuro y sobre el fin del mundo se cumple o se cumplirá en Estados Unidos.

En otras palabras, parece que, según este programa televisivo, los profetas de todo tiempo, país y cultura sólo tenían un pensamiento en su mente o una visión en sus profecías: Estados Unidos a principios del siglo XXI.

Si los hopi hablan de una telaraña sobre la tierra, no hay dudas (según los “investigadores” del programa) que se trata de Internet en Estados Unidos. Si la Biblia profetiza la caída de Babilonia, no se trata de Babilonia, sino de Nueva York.

Con ese mismo esquema de pensamiento, cada profecía fue interpretada como cumpliéndose o por cumplirse en este país. Dicho de otro modo, el milenario andamiaje profético sólo tendría un propósito: el de alertarnos a nosotros sobre el destino que nos espera.

Esa descontextualización cultural de las profecías, la reinterpretación tecnológica de aquellas antiguas visiones, y el innegable anacronismo hermenéutico me parecieron inaceptables y hasta arrogantes, sin importar que se trate de un programa de televisión que busque más entretener que educar.

¡Con qué facilidad se asume y se proclama que nosotros somos el punto culminante de la historia y que después de nosotros ya no seguirá nada! ¿Acaso no tenemos nada que aprender de otros pueblos que a lo largo de la historia sintieron o creyeron lo mismo?

Parece que no. Y la razón se halla en otro programa de la misma serie, que en este caso “analizó” el simbolismo de la Estatua de la Libertad.

Durante este segundo programa, los conductores entrevistaron a distintos “expertos” que adjudicaron a la Estatua de la Libertad todo tipo de significados, desde paganos hasta satánicos. Cada uno de esos “expertos” fue rápidamente dejado de lado y objeto de burla.

Finalmente, se entrevistó a otro “experto” a quien se le dedicó muchos minutos, porque los conductores estaban de acuerdo con él.

Resulta muy preocupante, como lo muestra este ejemplo, que se suponga que aprender consiste sólo encontrar un experto que reafirme lo que ya sabemos. Si alguien tiene otra opinión, lo dejamos de lado.

Cuando por arrogancia nos ubicamos en el centro de la historia profética, el aprendizaje se transforma en mero adoctrinamiento.

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