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La metamorfosis de ser humano a ser piedra o estrella

Francisco Miraval

Uno de los libros que mis estudiantes tienen que leer (no completo, lamentablemente) es Metamorfosis, el libro escrito por Ovidio en Roma hace dos milenios y en el que se cuentan unas 250 transformaciones de dioses a seres humanos o viceversa, de seres humanos a animales y de seres humanos a objetos inanimados, como piedras o estrellas.

La lectura aunque sea fragmentaria del largo poema de Ovidio siempre genera entre los jóvenes estudiantes una doble incredulidad. Primero, no pueden creer que en el siglo 21 alguien “pierda el tiempo” leyendo un libro como ese (que, dicho sea de paso, incluye la mayor cantidad de relatos de suicidios y violaciones entre los libros antiguos). Segundo, no pueden creer que jamás haya existido alguien que creyese en esos “mitos.”

De hecho, el mismo Ovidio dejó en claro que él no creía en todo lo que escribía y, con tantas otras cosas mucho más prácticas y productivas a las que dedicarles tiempo y atención, en cierta forma es una pérdida de tiempo leer los libros antiguos, que ya no gozan ni del prestigio ni de la influencia que en otras épocas tuvieron.

Pero la verdadera pregunta de los estudiantes es querer saber por qué tienen que leer un libro sobre cosas que ya no suceden en nuestra época. Según afirman, ya no hay seres humanos que, por intervención de los dioses o por otros motivos, se transforman en piedras, o en estrellas, o en desagradables monstruos, o en seres de extraordinaria belleza de la que antes carecían, como describe Ovidio.

Les pregunto, entonces, si alguna vez escucharon hablar de George Washington, o Abraham Lincoln, o Martin Luther King Jr., o José de San Martín, o Simón Bolívar, o cualquier otro reconocido líder del país que fuera.

Unánimemente me responden que sí y entonces les pido que enumeren ejemplos del uso del nombre de esas personas. Y en poco tiempo se dan cuenta que escuelas, bibliotecas, hospitales, calles, ciudades, barcos y estatuas, llevan los nombres de esas personas o de muchas otras, al punto que muchos desconocen a la persona que le dio el nombre a la calle o al edificio y sólo conocen a esa calle o edificio. La metamorfosis de ser humano a piedra queda así completa.

Y luego hablamos de los jugadores de futbol o de béisbol o de otros deportes, o de los conocidos cantantes o actores o actrices, y casi inmediatamente los estudiantes se dan cuenta que a esas personas las llamamos “ídolos” o “estrellas” y hasta las endiosamos y les atribuimos poderes sobrehumanos. La transformación de ser humano a “estrella” queda así completa.

Obviamente, asesinos, criminales y dictadores son rutinariamente caracterizados como “monstruos” a los que se debe capturar y eliminar. Y un conocidísimo editor de imágenes sirve para cubrir con un manto artificial de belleza a quienes naturalmente no la tienen.

Al final de su obra, Ovidio anticipó que su obra seguiría vigente a pesar del paso del tiempo. Y, a pesar de nuestra incredulidad, tenía razón.

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