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No se puede ayudar a quien no quiere ser ayudado

No se puede ayudar a quien no quiere ser ayudado ni se puede enseñar a quien no quiere aprender. Lamentablemente para mí, aprendí esas lecciones tarde en mi vida. De hecho, recién ahora las estoy aprendiendo, por lo que erróneamente aún creo que se debe ayudar al necesitado y educar a quien lo necesite. Pero, aunque me cueste admitirlo, ya no es así.

Hace solamente unas pocas décadas, cuando la gente asistía a una clase de inglés, lo hacían con la intención de aprender ese idioma, o eso es lo que yo creía. Ahora, la “clase de inglés” se ha transformado en una especie de coto de caza, en el que cada supuesto “estudiante” no estudia inglés, sino a su “presa”. 

Por eso, lejos de prestar atención al inglés (o a finanzas, o a nutrición, o a lo que fuera), se presta atención a quién se puede vender qué, o a quién podemos invitar a nuestro evento, o cuántos “Me gusta” podemos generar en esa clase.

Aún peor, y me ha pasado recientemente un par de veces (y hasta me da vergüenza confesarlo) están aquellos que llegan a la clase ya sabiendo inglés, pero pretenden que no lo saben, solamente para robarse descaradamente el material y luego llevarse a los alumnos a “sus” clases. 

Y esa misma gente, que no quiere aprender, luego viene con una larga lista de sus problemas y exige que uno se los solucione. No piden que uno los ayude a solucionar los problemas, sino que uno se los soluciones, sin ellos aportar nada por ellos mismo ni ofrecer nada a cambio.

Y también están aquellos que, pretendiendo enseñar, no lo hacen. Pero nada se les puede decir porque semana tras semana se paran delante de cientos y cientos de personas, a veces miles, repitiendo lo mismo una y otra vez, y recibiendo a cambio estruendosos aplausos por parte de sus admiradores quienes ni entendieron ni prestaron atención a lo que se les dijo.

Recientemente, por ejemplo, escuché a un “dirigente” (por darle alguna designación) “enseñarles” a un grupo de padres que no deberían prestarles atención a las nuevas tecnologías y que “si la tecnología llega a ser un problema, nos regresamos a nuestros países”. Como si cambiar de geografía y retrotraerse a un pasado nostálgicamente inexistente fuese la solución.

Y luego está el caso de aquella persona quien, ante cientos de sus seguidores (y yo, por casualidad sentado entre ellos), afirmó que “las cosas están tan mal en el mundo actual que el índice de mortalidad entre humanos ya casi llega al 100 por ciento”. Me hubiese gustado preguntarle qué quiso decir con “casi llega al 100 por ciento”, pero no pude. 

En otras palabras, ¿cuál es el porcentaje de ser humanos, por ínfimo que sea, que no son mortales? Si él lo sabe, o si él es uno de esos inmortales, sería bueno que lo compartiese. Pero en realidad era pura charlatanería en busca de narcisistas aplausos. 


Que cada uno saque sus propias conclusiones. 

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