Menu
header photo

Project Vision 21

Transforming lives, renewing minds, cocreating the future

Blog Search

Blog Archive

Comments

There are currently no blog comments.

No seamos nosotros mismos el peor obstáculo para el futuro

Francisco Miraval

Leí hace un tiempo un reporte sobre un experimento realizado en California en el que se les pidió a niños y niñas de 12 años que, usando un simulador de vuelo, aterrizasen virtualmente un avión comercial en el aeropuerto de Los Ángeles. A pesar de nunca antes haber usado un simulador, la gran mayoría de esos niños logró aterrizar el avión sin problemas en el primer intento.

Si recuerdo bien, en subsecuentes experimentos, los investigadores decidieron añadir distracciones al escenario, como ruidos, música o comida, para ver si de esa manera los niños fracasaban en su intento de aterrizar el avión virtual, pero no fue así. A pesar de las distracciones, el avión seguía aterrizando sin problemas.

Hubo, sin embargo, un elemento que finalmente les impidió a los niños aterrizar sin problemas el avión virtual: la presencia de los padres. Los llamados o interrupciones de los padres no resultaron suficientes para que los niños dejasen de cumplir con la tarea asignada, pero la presencia de los padres sí lo fue.

En otras palabras, los niños, incluso careciendo de entrenamiento previo, superaban en su desempeño al de muchos pilotos experimentados en vuelos reales, pero con problemas en el simulador. Pero ese buen desempeño terminaba cuando los padres observaban a sus hijos.

Dicho de otro modo, los padres se convertían, intencionalmente o no, en el principal obstáculo para el buen desempeño de sus propios hijos. Y eso es algo que lamentablemente he visto en muchas ocasiones.

Por ejemplo, hace algunos meses una madre me comentó que elle le había prohibido a su hijo adolescente tomar clases preuniversitarias (gratis) en la escuela, a pesar del excelente desempeño académico de ese muchacho, porque “si estudia se me va a ir”. (El joven, obviamente, se va a ir de todos modos.)

Y conozco el caso de un muchacho quien, tras recibir una beca completa para una universidad en otro estado, dejó su carrera y perdió la beca porque sus padres lo engañaron haciéndole creer que la madre estaba enferma, cuando en realidad no lo estaba. La intención era “mantenerlo en el hogar”, pero lograron todo lo contrario.

Los ejemplos podrían multiplicarse, pero no sé si podemos o no culpar a los padres o, mejor dicho, sólo a los padres. He visto a maestros, sacerdotes, dirigentes y políticos actuar de la misma manera, es decir, usar su presencia para evitar que sus estudiantes, feligreses, seguidores o constituyentes lograsen lo que de otra manea fácilmente lograrían.

Pero, ¿cómo puede vivir una persona a la que no se permite alcanzar su potencial? ¿Qué pasa por la mente y el corazón de un joven que lo único que escucha es que no puede hacer lo que sí puede hacer? ¿Qué futuro se está construyendo?

La respuesta a esta última pregunta es sencilla: no se está construyendo ni facilitando ni cocreando ningún futuro, sino que sólo se está agónicamente prolongando el pasado, con pocos o ningún beneficio y con muchos conflictos. Cualquier parecido con la realidad no es pura coincidencia.

Go Back