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Si nadie nos habla, ¿a quién escuchamos?

Francisco Miraval      

Recientes datos del Buró del Censo parecen indicar que cada vez es más frecuente que los miembros de las minorías en Estados Unidos sólo hablen casi con exclusividad con otros miembros de ese mismo grupo. Dicho de otro modo: nos comunicamos con otros como nosotros, pero no vamos más allá.

Surge entonces la pregunta: ¿por qué hablamos sólo entre nosotros? ¿Será acaso que nadie quiere hablar con nosotros? ¿Será que hemos perdido la habilidad de hablar con otros? ¿O será que ya no podemos mantener ningún tipo de comunicación inteligente con nadie, por lo que la comunicación, sin importar el lenguaje, se ve reducida a “mensajitos”?

Sea como fuere, si los datos del censo reflejan lo que parece reflejar, cuando queremos compartir lo que pensamos y lo que soñamos, lo que nos aflige y lo que deseamos, lo que somos y lo que queremos ser, sólo podemos hacerlo (o mayormente lo haremos) con gente de nuestra propia comunidad y en nuestro idioma.

Parece que nadie quiere hablar con nosotros. Y también parece que cuando hablan o tratan de hablar con nosotros es para pedirnos algo (el voto, por ejemplo), o vendernos algo, o tratar de “educarnos” sobre los “problemas” de nuestra cultura, de nuestra “dieta” o del tema que fuere que supuestamente debemos corregir.

En otras palabras, parece que pocas veces tenemos un diálogo inteligente con quienes “no son como nosotros”, porque, o simplemente no hablamos con ellos, o ellos (especialmente en la cultura dominante) controlan la comunicación a tal punto que no hay diálogo sino sólo un cuidadoso intercambio de información (encuestas, sondeos, estudios, etc.)

La paradoja que el encierro cultural y lingüístico que parece afectar a los grupos minoritarios en Estados Unidos sucede cuando Estados Unidos se ha transformado en una nación global y cuando existen una miríada de nuevas maneras de comunicarse con otros.

¿Por qué, entonces, surge este problema? Una de las razones, me parece, es que con poca frecuencia se nos prepara para desarrollar las habilidades de comunicación intercultural e intergeneracional necesarias en un mundo globalizado.

Eso significa que simplemente desconocemos la otra cultura o la otra comunidad y que ese desconocimiento de normal culturales distintas a las nuestras no solamente nos impide el diálogo transcultural, sino que nos aísla.

Otra razón por la cual aparentemente nadie nos escucha son las experiencias de racismo, discriminación y aculturación forzada que muchos grupos minoritarios experimentaron y aún experimentan.

Pero si sólo hablamos con nosotros, ¿a quién entonces escuchamos? ¿Estamos quizá escuchando a aquellos que, por su edad y experiencia en la vida, han acumulado una sabiduría que sólo la da el paso de los años?

¿O estamos escuchando a aquellos de nosotros que expresan toda la creatividad propia de nuestra comunidad, que abren portales a lugares inesperados, que transforman nuestro acervo cultural, pero sin perderlo?

Lamentablemente, lo más probable, es que sólo escuchemos a “repetidores”, quienes sólo repiten una y otra vez lo que siempre se dijo, aunque lo digan con lindos atardeceres en las redes sociales.

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