Menu
header photo

Project Vision 21

Transforming lives, renewing minds, cocreating the future

Blog Search

Blog Archive

Comments

There are currently no blog comments.

Tanto hemos perdido el sentido que hasta queremos darle sentido al sinsentido

Vivimos en una época interesante en la que, como nada ya tiene sentido, ninguna narrativa nos resulta aceptable, ninguna explicación nos convence, buscamos entonces darle sentido al sinsentido, sin siquiera tomar consciencia de lo paradójico y contradictorio de esa acción.

Queda claro que nuestra inculta cultura, nuestra incivilizada civilización, nuestro agonizante planeta, están en crisis. La crisis se hace evidente en dos hechos innegables: repetimos una y otra vez las mismas conductas y soluciones esperando resultados distintos que nunca llegarán (la clásica definición de locura) y ni los expertos encuentran verdaderas soluciones.

En ese contexto, nada tiene sentido. Y nada tiene sentido porque se ha perdido la confianza en aquellas instituciones, organizaciones y personas que antes generaban e impartían sentido. Veamos algunos ejemplos. 

Los bancos que, según se supone, están allí para cuidar y proteger nuestro dinero, lo malgastan y lo pierden, como se vio en la recesión económica de 2008 (aún no superada plenamente). Y los médicos, que, según se supone, están para curarnos, nos recetan “medicamentos” que nos vuelven adictos. 

La confianza en los políticos hace mucho que ya no existe (a menos que se confunda idolatría ciega con confianza). No podemos confiar en los políticos ni tampoco podemos confiar en los sacerdotes, como lo demuestran numerosísimos casos de gravísimas expresiones de inconducta inmoral. 

Antes se podía confiar en los científicos, pero ahora, aunque aún quedan muchos y excelentes científicos, también resulta indiscutible que muchos de los “estudios” científicos no son tales, sino que en realidad son expresiones propagandísticas pagadas por aquellas corporaciones a quienes sólo les interesa la “ciencia” para impulsar sus negocios e impedir los de otros.

Entonces, ¿en quién se puede confiar? Ciertamente no en los medios de comunicación, que incluso con buenas y nobles intenciones distorsionan y fragmentan la realidad. Y mucho menos en las redes sociales, cuya única función es potenciar los elementos negativos de nuestra personalidad para ganancia (de dinero y de datos) de las grandes corporaciones.

¿Podemos confiar en los maestros? Resulta dudoso, ya que son pocas las escuelas donde los maestros reflejan la situación demográfica y el contexto socioeconómico de sus estudiantes. Y el aula ya no es el centro de la experiencia de aprendizaje. De hecho, en muchos casos entorpece esa experiencia. 

¿Y los padres? ¿Acaso podemos confiar en nuestros padres? En una época de cambios rápidos, profundos, inesperados e irreversibles, las tradiciones y experiencias de los padres resultan de poca ayuda y de gran estorbo para los hijos. Por eso, y porque la famosa brecha generacional ahora es un abismo, la confianza en los padres ha quedado grandemente erosionada. 

¿Acaso Dios? No: ya no nos satisface y está cada día más lejano. ¿Nosotros mismos? La epidemia de salud mental demuestra que en la práctica no podemos confiar ni en nosotros mismos. Entonces, ¿qué nos queda? Después de todo, no tiene sentido buscar sentido en el sinsentido. Tanto hemos abrazado al nihilismo que ahora hasta nos preside. 

Pero, como dijo Holderlin, “Donde está el peligro, también crece la salvación”. 

Go Back