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Todo es según el color del cristal electrónico y futurístico con que se mira

Ramón de Campoamor tenía razón: “Todo es según el color / del cristal con que se mira”. Y antes de él, Calderón de la Barca ya decía lo mismo, en el contexto de los sueños. Y antes de Calderón, Platón (aunque hablando de sombras).

El poeta español Campoamor (1817-1901) capturó con pesimista belleza, pero con certeza, en el conocido poema que termina con las líneas mencionadas la desgraciada vida que resulta de una existencia basada en la rutina y en el hastío.

El desasosiego existencial del que habla Campoamor se enmarca entre la revolución industrial del siglo XIX y la revolución tecnológica e informática del siglo XX, cuando la primera aún no se había desarrollado del todo y la segunda aún no aparecía en el horizonte.

Inmerso entre máquinas y tecnología, el ser humano queda atrapado en una realidad en la que “nada es verdad, ni mentira”, o, como también dice Campoamor, en un “mundo traidor”.

Esa traición que no permite distinguir entre la verdad y la mentira es la traición de presentar la ilusión como realidad y la de ocultar la realidad y llamarla ilusión. Es la traición de borrar las diferencias entre la sabiduría y la ignorancia. “Lo mismo un burro / que un gran profesor” decía Enrique Santos Discépolo en “Cambalache” (1935).

¿Por qué hablamos de antiguos tangos, de antiguos poemas y de antiguos escritores y pensadores? Porque algo de aquella sabiduría puede resultar “útil” (si es que la sabiduría pudiese jamás ser útil) en los próximos meses y años cuando una conocida compañía a cargo de un buscador de Internet lance al mercado sus lentes para acceder a una “realidad aumentada”.

Esa realidad incluye tener permanentemente delante de los ojos el mapa del lugar al que uno se dirija, tomar fotografías con solamente pestañar, conocer inmediatamente lo que el total desconocido con el que uno acaba de encontrarse escribe en las redes sociales, y, en definitiva, estar siempre conectado a Internet. Todo, sin quitarse los lentes.

“El color del cristal (lentes) con el que se mira” (el mundo, la realidad) se ha transformado ahora en un aparato que en poco tiempo se llevará delante de los ojos, en algunos años sobre los ojos (como lentes de contacto), en algunas décadas dentro de los ojos o por medio de algún tipo de implantes que permitan una conexión directa al cerebro.

Es verdad que el acceso inmediato a toda la información a la que uno quiera acceder parece algo extraordinario y tentador, y eso es lo que prometen estos nuevos lentes y su “realidad aumentada”.

Pero me pregunto si el precio de esa “realidad aumentad” no será una “humanidad disminuida”, al perder el sentido de misterio, duda, ansiedad e incertidumbre que son y han sido parte desde siempre del hecho de ser humano.

Si la fantasía se transforma en realidad, quien controle el “color del cristal” controlará también nuestras vidas y pensamientos. Quizá la verdadera traición sea la de traicionarnos a nosotros mismos por un par de lentes.

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