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Ya es hora de hablar seriamente de temas de los que nadie habla

Francisco Miraval

Recientemente pasé algunos minutos revisando un catálogo de clases ofrecidas por prestigiosas universidades que pueden tomarse gratis o a precio reducido en línea y me asombró ver los temas que se tratan en esas clases, temas muy distanciados no solamente de las conversaciones diarias a las que estamos acostumbrados, sino abismalmente separados incluso de nuestra imaginación.

En una de las clases, por ejemplo, se habla de evolución cósmica y súper-humanidad. En otra clase, el tema es trans-humanismo. Y otras cursos incluyen temas como mitología viral, exopolítica (política interplanetaria), eco-espiritualidad y misticismo cuántico.

Repito que estas son clases o cursos ofrecidos por reconocidas universidades o instituciones y dictados por profesores con amplia trayectoria en sus respectivos campos. No se trata de algún desconocido personaje que quiere promover sus ideas por medio de un desconocido sitio web, sino de eruditos y académicos que hablan y enseñan estos temas en sus clases.

Debo confesar que me asombró saber que existe una clase en la que se analiza la intersección de las prácticas místicas con la física cuántica, o que en otro curso se acepta que existe una conexión entre ecología y espiritualidad. O incluso que es necesario analizar lo que algunos perciben como un inminente cambio en la humanidad, ya sea por medios espirituales o tecnológicos, o ambos.

Y también debo confesar que enterarme que renombrados académicos están explorando esos temas me hizo sentir casi prehistórico, sin entender nada de lo que está pasando o lo que va a pasar a mi alrededor, de la misma manera que creo que se hubiese sentido mi bisabuela si alguien le hubiese tratado de explicar hace un siglo todos los cambios sociales y tecnológicos que hoy ya son una realidad.

Pero mientras para algunos es necesario prepararse para la diplomacia extraterrestre o estudiar las trasmisiones de los mitos desde épocas remotísimas hasta el presente, nosotros, por el contrario, seguimos mirando telenovelas o partidos de fútbol, comprando boletos para conciertos, o pensando o haciendo tantas otras cosas que, a la vista de lo que se viene, parecen casi irrelevantes.

No se me entienda mal. No estoy diciendo ni que no podemos pensar en el futuro ni que no queremos hacerlo. Lo que estoy diciendo es que, como en tantas otras ocasiones en el pasado, no se nos ha dado todavía esa oportunidad y, a decir verdad, no estoy tan seguro que algunas vez alguien nos la dé. Se trata, más bien, de construirla, de crearla. Pero esa tarea no es fácil.

En 1784, en Una Respuesta a la Pregunta: ¿Qué es el Iluminismo?, Kant afirmó que “la pereza y la cobardía son las razones por las que un gran número de personas… con alegría siguen siendo inmaduras toda la vida”.

La buena noticia es que no somos ni perezosos ni cobardes, porque si lo fuésemos no estaríamos aquí. A la vez, creo que ya es hora de enfocar nuestro empeño y nuestra valentía en prepararnos para un futuro que, aunque inimaginable, ya llega y no nos espera.

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